7/7/08

La nota (cc. 106)

La interrogación sin punto sólo sería una curva peligrosa hacia la izquierda en la carretera de la verdad acerca de la cual ella estaba completamente segura.

Ella trabaja en una librería y un día cualquiera su jefe, junto con la lista de “novedades” del momento, le dice que esa misma tarde vendrán a recoger una serie de libros (concretamente cuatro) que alguien ha pedido por encargo también otro día cualquiera. Dichos libros, despiertan su curiosidad y unas dos horas después de haberse quedado sola, decide liberarlos de la bolsa de cartón en la que reposan y conocer, cuando menos, sus títulos.

Los cuatro inquilinos de aquella bolsa de cartón, a priori, por separado no le habrían sorprendido demasiado, ya que todos y cada uno de ellos habían pasado por sus manos con anterioridad, pero juntos… juntos ya era otra cosa. El primero, el último libro que ella había leído; el segundo, el próximo libro que estaba decidida a leerse tras dar buena cuenta del que ahora ocupaba sus ratos de lectura; el tercero, precisamente ese: el que ahora leía y el cuarto, su libro favorito de la infancia.

Una vez saciada la curiosidad acerca de los títulos, ahora la verdadera incógnita era la persona que había efectuado tal encargo. “Será un completo desconocido” –pensaba- “pero tiene un gusto literario mejor que bueno”. Y una sonrisa se le dibujaba en el rostro…

Los minutos pasaban lentamente (y quizás también varias horas) cuando él entró en la librería.

-¡Hola! ¡Buenas tardes!

-¡Buenas tardes!

-Vengo a por unos libros que he pedido, pero antes, si no te importa, voy al fondo a echarles un vistazo a las revistas de informática.

-¡Claro, claro!

“¿Él? ¿Él era quién había pedido los cuatro libros? No podía ser cierto…” –pensaba para sí la dependienta mientras el chico ojeaba las revistas-. “Pues de hoy no pasa” –se dijo al tiempo que escribía rápidamente unas cuantas letras sobre una pequeña hoja de papel que, de manera estratégica, colocó entre el primero y el segundo de los libros. Letras que contenían un nombre propio al cual seguía un signo de interrogación final al que le faltaba (también de manera estratégica, porque en realidad era una pregunta a medias ya que ella estaba completamente convencida de la respuesta) el punto.


-¿Cómo sabes mi nombre? Juraría que no se lo di a tu jefe cuando hice el pedido…
-¿Entonces eres tú?
-Bueno, imagino que habrá más que se llamen así, pero vamos que yo soy uno de ellos –respondió sonriendo y sacando la lengua-. Pero… ¿y tú como lo sabes?
-No estaba segura pero tu cara me sonaba (vaya, al final había pronunciado la mítica frase que mil veces se habría prometido que no le diría cuando reuniese el valor suficiente como para preguntarle si era él o no…). Tú y yo estudiamos juntos en el colegio de La Piedad. La clase de la señorita Cuetos, ¿te acuerdas?
-¿Cuetos? Jajaja, no… por suerte a mí nunca me dio clase esa bruja, yo estaba en la clase de don Lucas. En realidad creo que tú y yo compartimos clase más adelante. La profesora era, creo recordar, la mujer del director.
-¿Entonces tú y yo fuimos juntos a la excursión de fin de curso?, ¿estás seguro?
- Jajaja, tampoco… tú si fuiste pero mis notas no eran tan buenas cómo las tuyas y yo me quedé en casita. Por suerte para mí, veo que sólo recuerdas mi cara y no mis malos resultados académicos –volvió a sonreír, sacando la lengua de nuevo, como lo haría un niño pequeño-.
-Es que creía que eras tú y he estado a punto de decírtelo en varias de las ocasiones en las que vienes a por el periódico, pero… como por un lado no estaba segura y por el otro no terminaba de salirme tu nombre…
-Pues me alegro de que me lo hayas dicho. La verdad es que tú también me sonabas a mí, pero pensaba que de cruzarnos por la calle o algo de eso. Jamás se me hubiera ocurrido pensar en el cole. Pufff… es que han pasado tela de años, ¿eh?
-Ya te digo…
Y ambos se quedaron mirándose el uno al otro. Ella, se alegraba de no haber metido la pata y é, por su parte, la miraba moviendo su cabeza de arriba abajo en señal de asentimiento y sin que la sonrisa se apartase ni un instante de sus labios.
-Pero… -dijo ella para romper de una vez ese silencio que estaba empezando a resultarle incómodo- ¿a qué tú no sabes cómo me llamo yo?
-Laura Matos Gutiérrez –dijo con total seguridad-. Lo que pasa es que antes no tenías el pelo así, por eso me ha costado reconocerte…
-¡Jajaja! Ni tú eras tan alto, no te fastidia…
-Jajajaja. Ya, ya… eso también es cierto. ¡Oye! –dijo de pronto-.
-Dime…
-Tengo que irme…
-Ok, ok… ahora mismo te hago la cuenta.
-No. Cóbrame sólo la revista, que es para mi hermano, a por los libros volveré mañana o pasado y ya con más calma me dices lo que piensas de ellos, ¿ok?
-¿Lo que pienso de ellos?
-¿Crees que no me había fijado en lo que leías cuando entraba aquí?
-Ya, pero y…
-¡Shhhhh! No quieras saber más de la cuenta. Tú te has ayudado de un papelito para hablar conmigo, ¿no? Pues yo, que ya te digo que no soy tan listo como tú, he necesitado de cuatro libros… -dijo guiñándole un ojo al tiempo que dejaba tres euros sobre el mostrador y se marchaba calle abajo-.

*Unas veces, la realidad supera la ficción y otras, simplemente, la primera sirve de inspiración para crear la segunda...




Para leer más historias con el mismo principio, visita: El CuentaCuentos.

8 comentarios:

Rebeca Gonzalo dijo...

Supongo que soy una romántica incurable y más cuando el amor es mi eterna asignatura pendiente. Me ha gustado, pero lo mejor ha sido el desenlace, porque no es un punto y final sino un punto y seguido para los dos personajes y su historia. Muy bueno.

Anónimo dijo...

Hola María. ¿Qué tal? Hacía mucho tiempo que no me pasaba por aquí. Veo que sigues escribiendo grandes relatos, como siempre.

Besos.

Sara dijo...

Ohhhhhhhhhhhh!!!!! q bonitoooo!!!!! :'( esta semana te ha salido a ti la vena romanticona, eh???? ;)

Un besitooo!!

La poetisa incierta dijo...

Hola María, uyy esta semana como el amor anda rondando de muy distintas formas, pero anda suelto por allí, el tuyo da pie, para unas ilusiones que comienzan, la parte de las mariposas en el estómago,
Que bonito!!!!
Me gusta tu estilo, claro, fresco, directo y emotivo
Un gran saludo,
desde el otro lado del charco :) :)

Pugliesino dijo...

La curiosidad, ese motor que nunca sabemos cuando tirará de nosotros o fallará en el último instante.Ella posibilitó un encuentro que de no escribir aquella nota me lo veo leyendo no cuatro sino muchos libros más.
Un bello relato que transcurre en breve espacio y tiempo e intenso en su último párrafo donde la historia escribe su comienzo.
Hay que ver lo pequeño que es el mundo y que poco basta para que cambie el rumbo de una vida.
Un abrazo!

Anónimo dijo...

Muy chuli.

Me gustan las cosas sencillas y naturales y tu escena es cotidiana y natural. Además la "estrategia" de él es super romántica y no me la esperaba. Me ha gustado.

Besitos.

Sara dijo...

Se me acaba de quedar una sonrisa de tonta que ni te la imaginas :)
Será que ultimamente estoy súper sensible y súper llorona...o no, será que sabes cómo escribir una historia para emocionarme así
Un besazo guapa!

Carla dijo...

¡Hola! Casi al borde del final de la semana, vengo de visita, y me encuentro con una historia que me recuerda a mi primer amor, un niño del colegio, que vivía precisamente en una calle cuyo nombre incluía el apellido de tu protagonista femenino. Ya te puedes imaginar todo lo que se me ha pasado por la mente al leer tu preciosa historia. Eso sí, me ha sabido a muy poco. Cuando llegué al final, pensé: ¡No puede ser! ¿Habrá continuación?

Un abrazo