29/10/08

El castaño más triste del mundo

Pinceladas de Otoño (1)


Érase una vez que se era, el castaño más triste del mundo. O, cuando menos, así pensaba él de sí mismo. Cuando no medía más de un par de palmos, unas recias manos lo arrancaron sin escrúpulos ni miramientos del bosque en el que había nacido y en el que vivía junto a sus hermanas y hermanos, para depositarlo a orillas de una carretera comarcal.

Él, que había nacido libre, tenía ahora un dueño que, a cambio de su fruto, se encargaba de sus cuidados. Jamás lo trató mal, pero el castaño echaba de menos el trinar de los pájaros durante el día (sustituido ahora por el sonido de motores, cláxones y demás), así como el ulular del viejo búho por las noches (y es que, por más que lo intentaba, no conseguía encontrar nada agradable en el estridente maullido del gato sarnoso y callejero que, día tras día, se afanaba en limar sus afiladas uñas en su tronco).

Y a pesar de que su amo parecía estar contento con las castañas que de él nacían, el triste castaño se sentía tremendamente culpable porque éstas pinchaban una vez tras otra las inocentes manos de los niños que por allí pasaban, así como los curiosos hocicos de visitantes ocasionales.

Por si no fuera poca su tristeza, todo empeoró el día en que una anciana golondrina le trajo noticias del bosque en el que había nacido. Según contaba la parlanchina ave que a ella le habían contado, pocos días atrás, todos sus hermanos y hermanas habían estado regalando a todo el que se les acercara castañas asadas y calentitas.

A pesar de que al principio no creyó las palabras de la golondrina, tras pensarlo detenidamente llegó a la conclusión de que podía ser cierto y que él… simplemente era un inútil porque no sabía cómo hacerlo.

Tras aquella visita, la tristeza el castaño aumentó notablemente y cuando antes tan sólo aprovechaba para llorar cuando podía camuflar sus lágrimas con las gotas de lluvia de los días grises, ahora lloraba día y noche, estuviese nublado o hiciese sol.

Lo que nunca supo el castaño más triste del mundo es que aquellas castañas asadas y calentitas provenían de sus hermanos y hermanas, a causa del devastador incendio que arrasó el bosque en el que él había nacido. Incendio del que, esas recias manos que un día lo eligieron para trasplantarlo, lo habían salvado.

Y colorín colorado,
el cuento del castaño más triste del mundo,
aquí se ha terminado.


Hacía mucho tiempo que no publicaba (lo que no implica que no continúe escribiéndolos) un Cuento Infantil, pero hoy… he querido permitirme el lujo de hacerlo, simplemente porque acabo de volver del cole, de aprender muchísimas cosas de dieciocho personajillos de cinco años.


En este mundo, tenemos que estudiar de todo y aprender de todo (lo que queramos ser o hacer o lo que tengamos que ser o hacer porque no nos queda otro remedio). Hasta las profes tenemos que ir al “cole de profes” pero, sin embargo, a ser niño no se aprende, nadie te enseña. La infancia no es una asignatura que se imparta en colegios, institutos o facultades. ¿Os lo habíais planteado alguna vez?


26 comentarios:

maria dijo...

Jooo pobresito los herman@s del castaño
Me ha dado penita y todo y eso que la infancia ya me queda un poco lejana.
De vuelta a las aulas entolnces no?
La verdad es que nunca habia pensado que no nos enseñan a ser niños, mas bien desde que somos niños nos enseñan a ser adultos... que lastima con lo feliz y tranquilo que seriamos todos si mantuvieramos vivo esa candida inoncencia y esa sonrisa persistente de la infancia.
besitos maria
PD: te he contesntado en mi blog a tu comentario pero puedes coger el meme que mas rabia te de ^^

La Turca y sus viajes dijo...

Hola!!!!!!!!!

Te descubrí por 20minutos.es, cielo azul me encanto tu cuento, aunque sea para niño…..es un poco triste, pero me dejo una enseñanza.

Un besote y abrazo de oso.

Unknown dijo...

María... el castaño al final tuvo suerte, pero no fue feliz.

Muchas veces me siento como ese castaño. Sólo espero no tener que regalar castañas calientes todavía...

P.D. No, no se enseña a ser niño... pero se aprende mucho de ellos.

BESOS

Miguel Rodríguez dijo...

Veo en el relato tanto de nosotros...

saludos, me encantó visitarte.

Sherezade dijo...

Un blog espléndido. Me ha gustado mucho. Y creo que tienes razón, que a ser niño no se aprende, y diré que las historias que hoy les contemos a nuestros hijos (hermano en mi caso) son la base para los adultos del futuro.

Un besazo

Óscar Sejas dijo...

Ciertamente, aquellas manos lo salvaron. O igual solo lo cambiaron de vida.

La infancia no se enseña no, la infancia nos enseña, mejor dicho. A algunos cosas buenas, a otros no tanto.

Ningún niño debería perder su infancia, aunque a veces, cuando el destino es acabar asado como esas castañas, un cambio puede ser provechoso.

Un abrazo desde mi nube roja.

Pugliesino dijo...

Tiene que ser emocionante atravesar el umbral de una clase,sentir el tiempo detenido en ese instante,en cada sonido que llena el aula.
Me alegro que retomases los cuentos!
Un abrazote y Felicidades deseándote lo mejor en esta travesía!!

Anónimo dijo...

¿Pero ser niño no es algo que va con cada niño?


Me gusta pensar que yo no aprendí a ser niño, pero que, sin embargo, aún no se me ha olvidado.


La verdad es que es un cuento trístisimo.

Pues aún ando decidiendo que hubiera preferido yo, si vivir la vida triste y pensando que no soy libre o perecer en el incendio después de una vida alegre entre pájaros, buhos y aire limpio.

Anónimo dijo...

Es un final muy triste, pero está muy bien enlazado. Me gustó tu cuento.

Hay veces que escuchando a mis primos pequeños, me sorprenden con ideas y gestos que núnca pensé que yo habría tenido a su edad. Los niños no dejan de sorprenderme.

Saluditos

Mi vida en 20 kg. dijo...

Que penita...

Gracias por tu paso por mi blog y por tu granito de arena.

Un beso grande y me tendras por aqui muy seguido.

Mi vida en 20 kg. dijo...

Que penita,


Gracias por tu granito de arena, me tendras muy seguido por aqui.,

Un beso grande

Alicia Mora dijo...

Gracias Maria por tu apoyo en Lápices.
Y gracias por tus palabras.
Un abrazo y tienes un blog precioso.
Alicia

Lauriña dijo...

:(

Jo, ¡pobre castaño!

Dios... qué cuento más triste. Vas a acabar conmigo!!! xD



Un besiño Missis Dramma! juas juas

R. dijo...

Me estoy planteando estudiar para aprender yo tambien de personillas de cinco años algún día.

Rebeca Gonzalo dijo...

Me he hecho pequeña por un instante y me he visto como la niña que fuí, creciendo junto a ese árbol. Maravilloso cuento y maravillosa enseñanza. Un brindis por la naturaleza y por el cuidado del planeta. Un saludo.

LUISA M. dijo...

¡Qué pena! ¡Me lo temía! Así que sus hermanos dieron esas castañas asadas y calentitas a causa de un terrible incendio en el bosque...
Un cuento triste, pero sobre el que se puede reflexionar bastante sobre el papel de las personas en el cuidado y protección de la naturaleza.
Estoy de acuerdo contigo en que siempre tenemos que seguir aprendiendo.
Besos.

Pedro dijo...

Si que es un cuento triste, pero yo le saco su parte buena (además de que está muy bien escrito). Y es que el castaño no supo ver todas las ventajas que tenía, desde los cuidados hasta la suerte por no quemarse en el incendio. ¿Cuantas veces nos sucederá lo mismo en la vida? Dejo la pregunta en el aire.

Me alegro mucho de que estés en lo tuyo, y que disfrutes porque tu lo vales :)

Un abrazo,


Pedro.

Sofía Seguí Barrio dijo...

Claro que se puede, niña. Y encantada de que vengas a visitarme, de verdad. Me ha gustado mucho tu cuento, yo también tengo algún que otro cuentito infantil escrito por ahí... a mi sobrino le encantan, o eso me dice mi hermana, jeje. Algún día lo publico y me das tu opinión de profe (no tenía ni idea de que lo fueras!).

Lo que he publicado hoy es bastante triste, y lo peor es que no es un cuento, ni un relato. Es real. Estoy pasando unos días bastante malos, el miércoles se murió mi perro y el vacío que ha dejado es tremendo, me está costando mucho. Claro que todavía está muy reciente. Lo voy a echar tanto de menos...

Y de verdad, que ya me vale por tener el blog tan descuidado, cualquier día me lo encuentro cubierto de musgo y telarañas. Por casualidad no tendrás fotolog? Eso sí lo actualizo más a menudo... Todo es coger la costumbre.

Un besito, María. Y pasa todas las veces que quieras y más aún, que para eso eres mi visitante number one -y la única, jiji-!!!

Cuídate.
:)

Pd: te voy a cotillear un poco, que hacía tiempo que no pasaba... Seguro que me gusta.

Sofía Seguí Barrio dijo...

Pues sí, me ha encantado...

Muá.

Anónimo dijo...

Me encanta cuando las casualidades dejan de contarse con los dedos de las manos.

Un besito.

Unknown dijo...

Esta historia tiene su encanto...Hasta las cosas tristes tienen su belleza... yo te invito a pasar por mi blog y leer la ultima actualizacion a ver que te parece. Enhorabuena. Un beso!

LUISA M. dijo...

María:
Hoy estuve de visita en tu otro blog (Mis relatos. Cuentos en un charquito de estrellas) leyendo algunos de ellos. Aunque vengo a este blog con frecuencia, no me había dado cuenta que eras tú también la autora en aquel. Como allí no tienes habilitada la opción de comentar, te digo aquí que me ha gustado mucho y que te he dado mi voto en categoría de ficción.
Besos.

josé javier dijo...

Te encontré por casualidad. Bonito cuento. Un abrazo, J.J.

Alicia. dijo...

¡Hola!
Entré en tu blog por casualidad curioseando por 20minutos.es.
Tienes un blog con unos cuentos preciosos, y me encantaría que siguieses contándolos.

¡Besos!

Anónimo dijo...

Precioso el cuento. escribe y sigue escribiendo, así se logran los más bellos cuentos.

Esther dijo...

Hola, María:

Me encantó tu cuento y no tiene desperdicio. A veces, nos quejamos de cosas y a veces sin saber ni siquiera lo afortunados que somos.

Nunca me planteé el que nadie te enseña a ser niño. Sin embargo, a mí me encantó serlo y para mí, es la época mejor de la vida, en la que no te tienes que preocupar de nada... ...a veces, pienso que soy como un poco niña grande, sólo que muchas veces hay que esconder nuestra niñez, cuando ingresamos en el mundo de los adultos: ya me lo ha dicho mi padre a veces: - ¡Ya no tienes que ser niña!

Saluditos.