23/12/11

Sigo tratando de aprender a ver el cielo de color azul. A pesar de los obstáculos y de quienes tratan de interponerse en el camino. El azul siempre está ahí, aunque haya que apartar varias ramas para poder verlo...

7/8/11

500 (days of life)

-¿Serías capaz de decirme qué has estado haciendo durante los últimos quinientos días de tu vida?
-Pues así de pronto... deja que piense: quinientos días vienen siendo más de un año, pero menos de año y medio. Y si cuento por los dedos, entonces voy hasta el mes de...
-Deja que te ayude: has de remontarte hasta Marzo del año pasado. Más concretamente al día veinticuatro (y ahí es cuando a mi se me ve el plumero)

Durante los últimos 500 días yo he estado siendo... básicamente feliz: y esa felicidad se resume en cuatro letras (mamá) más un nombre propio (Aleix). Sé que ya pasa de las 00:00 y que, por lo tanto, en realidad ya estaríamos en el día número quinientos uno, pero he estado muy ocupada disfrutando de mi niño. Es ahora, por la noche (y mientras él duerme) cuando me permito el lujo de "dedicarme a otras cosas", pero solo durante un rato, porque todavía disfruto mirando embobada como duerme...

9/7/11

472

Hace exactamente quince meses y quince días (472 días) que nació Aleix. A mi todavía continúa pareciéndome que fue ayer y sin embargo los días continúan pasando a velocidad de vértigo, sin que apenas me dé tiempo a darme cuenta.

Cada día que pasa, se aleja un poco más de ese ser indefenso y diminuto que llegó a nuestras vidas para hacerlas plenas y da un paso hacia adelante en su camino de convertirse en ese niño autónomo e independiente que muy pronto será.

Todavía recuerdo cuando me daba miedo el poder lastimarlo a la hora de vestirlo, bañarlo o simplemente al cambiarle el pañal… es cierto que ya nada de eso me asusta desde hace meses, pero no es menos cierto que ahora mis miedos sean otros.

Aleix se pasa el día corriendo de un lado para el otro, tratando de acceder a los lugares a los que antes no podía e intentando alcanzar todas y cada una de las cosas que antes se le presentaban unos centímetros más altas o más lejos. Botones como los del horno, la lavadora, la tv, el Dvd y demás, parecen tener un imán y lo atraen más que cualquiera de sus juguetes.

Hasta hace una semana, existía una pequeña circunstancia que nos daba un respiro y proporcionaba algo de tranquilidad y sosiego, pero aprendió a levantarse él solito del suelo y se acabó. Adiós al poder escaparte unos segundos al servicio, abrir la puerta, contestar al teléfono, etc.

Tiene muy claro lo que quiere, cuando lo quiere y con quién lo quiere. Cuando era más pequeño cualquiera podía llevárselo dónde fuera, ahora ya no… Y es que el “NO” lo domina a la perfección y no duda en utilizarlo cuando lo cree oportuno. Aunque no es su única palabra, junto al mamá, papá, abu, lela, tete y otras palabras que dice desde hace meses, ahora también sabe el nombre de los personajes de los dibujos que más le gustan y, además, le ha cogido gracia a llamarnos por nuestros nombres de pila y a utilizar ese “maaamiii” que le sale tan dulce y meloso con el que consigue todo cuanto se propone.

A veces me sorprendo a mi misma manteniendo conversaciones con él. Conversaciones a las que está atento y es capaz de responder a lo que le digo afirmando o negando algo, con un nombre, una palabra o una holofrase. Después lo pienso y llego a la conclusión de que es una de esas cosas que si no las ves no te las crees, así que simplemente sonrío y me las guardo para mí.

28/6/11

Novena sinfonía de un viejo poeta

Se respalda contra la silla y mira hacia la ventana. El cielo, plagado de nubes, le trae a la memoria aquellas camelias blancas de su juventud. Respira profundamente y el olor a incienso que desprende la vieja biblioteca invade por completo sus pulmones. Baja la vista hacia la mesa y sus ojos se posan sobre la última hoja en blanco que le queda. Coge la pluma y plasmando las mínimas curvaturas de un alfabeto efímero compone un adagio. Aquella hoja en blanco es ahora un campo de batalla cuyo escenario es un piano invertido en el que las teclas negras –sus grafías- luchan por vencer en número a las blancas –el propio papel-. Vencen las negras.



Tras la contienda entre negras y blancas, el viejo poeta da por terminado el último poema de su, también último, poemario. Y, entonces, su mente se nubla y vuelven a aparecer las sombras. En esta ocasión le ha dado tiempo a rubricar lo que ha escrito.


Nadie podrá robarle, esta vez, sus palabras… Salvo, quizás, él mismo. Si el último brote de su locura trae consigo una nueva batalla en la que los bárbaros –esas sombras que nublas su razón- devasten todo cuanto encuentren a su paso…