23/6/08

La vida: un gran reloj de arena (cc. 104)

-“Un reloj de arena vacío… ¡qué extraño!” -pensó Aitana para sí- y, justo cuando se disponía a tirarlo al saco de basura que había estado llenando desde hacía más de tres horas junto con su abuela, un grito histérico le hizo dar un brinco y volverse para ver qué ocurría:

-¡No! ¡Eso no lo tires!

-¿Esto? –dijo al tiempo que alzaba el vacío utensilio que, tiempo atrás, parecía haber servido para medir el tiempo- Pero si ni siquiera funciona. No tiene arena. ¿Para qué lo quieres guardar?

-Lo que ven tus ojos no es más que un trasto inútil del que debería deshacerme, pero en él los míos se topan con uno de los recuerdos más bonitos que mi viejo corazón alberga –dijo la anciana al tiempo que se le inundaban los ojos de lágrimas-.

A pesar de que parecía que su abuela estuviese a punto de echarse a llorar, los ojos de Aitana se abrieron sobremanera y una sonrisilla pícara se dibujó en su rostro. De sus palabras había deducido que detrás de ese reloj de arena de escondía una historia. Una historia antigua y presumiblemente maravillosa. A fin de cuentas, una de esas muchas historias que su abuela solía contarle y que a ella tanto le gustaba escuchar.

-¿Ah sí? ¿Y por qué no me cuentas su historia? –dijo la niña utilizando ese tono de voz al que sabía a ciencia cierta que sucumbiría. Porque siempre lo hacía, incluso cuando le pedía que, para jugar, le dejase ponerse uno de los varios tesoros en forma de collares, pulseras y broches que la abuela guardaba en un antiguo joyero de caoba y mármol. Cualquiera de ellos, a excepción de los anillos y sortijas, claro, dado que éstos le iban demasiado grandes y ambas no dudaban de que los perdería-.

La anciana camufló convenientemente un ferviente deseo de rememorar tiempos pasados tras un gesto de resignación que le mostró a la niña. De la mano, para que ninguna de las dos pudiese tropezar y caer por las escaleras, ambas bajaron hasta el primer piso de la casa. Mientras su abuela servía dos generosos vasos de fría limonada y colocaba cuidadosamente unas cuantas pastas sobre un platillo de postre, Aitana –quien no había soltado de su mano el que parecía ser el protagonista de la historia que su abuela le contaría esa tarde- cogió un enorme cojín y lo depositó en el suelo, justo delante de la mecedora.

Cuando la abuela tejía, bordaba, veía la televisión o le contaba cuentos e historias que ella misma había vivido, siempre se sentaba en esa mecedora. La niña, desde que no era más que un bebé, se había acostumbrado a su hipnótico vaivén y, hoy por hoy, le resultaba casi impensable pensar en la posibilidad de que la vieja mecedora no estuviese presente durante uno de los mágicos discursos de la anciana mujer.

Después de que hubiesen dado buena cuenta del plato de pastas y, también, tras un par de sorbos de limonada, la mujer –bajo la atenta mirada de la niña- comenzó a hablar:

Cómo ya sabes, tu abuelo y yo nos conocimos una calurosa tarde de agosto en la verbena de un pequeño pueblo que distaba dos kilómetros de en el que yo vivía. En aquel entonces las cosas no eran como ahora y cuando una joven de mi edad –acababa de cumplir los dieciséis años- bailaba más de dos veces seguidas con el mismo joven y salía a pasear con él, eso –para las gentes de los pueblos- quería decir que ya eran novios. Así pues, tras bailar con él en las fiestas patronales y que me invitase a varios helados y algún que otro refresco, cuando el verano tocó a su fin ya éramos novios formales.

Con la llegada del otoño yo empecé a trabajar como ayudante de la modista del pueblo a cambio de unas cuantas monedas y tejidos con los que, tras aprender, podría hacerme los vestidos y prendas que quisiera. Tu abuelo, por su parte, se iba cada día con su tío –un hombre tan acaudalado como tacaño- a recorrer tanto nuestro pueblo como los colindantes vendiendo una larga lista de productos de uso diario, los cuales se fabricaban en varias fábricas que pertenecían a su suegro.

En aquellos días era muy difícil que alguien del pueblo llevase consigo un reloj y no porque muchos no dispusiesen del dinero suficiente como para adquirir uno, sino porque la inmensa mayoría de los habitantes del pueblo eran reacios a que una exacta y precisa maquinaria marcase el ritmo de sus vidas. Preferían que la luz del sol, la partida y llegada de los barcos al muelle, el tren… lo hiciese.

Siendo así las cosas y aunque los más jóvenes no estábamos muy de acuerdo con aquello, nadie osaba desafiar la sabiduría de sus mayores e ir por la vida presumiendo de que un reloj decoraba una de sus muñecas.

Por esta razón, una tarde tu abuelo me regaló ese reloj de arena que ahora tienes entre tus pequeñas manos. Yo terminaba de ayudar a la modista bastante rato antes de que él llegase de su “ruta de reparto”.

“Cuando llegues a casa” –me dijo- “no tendrás más que voltear tres veces el reloj. Una vez que lo hayas hecho, sabrás que yo llegaré enseguida a buscarte”.

-¿Y la arena se te gastó de darle tantas veces la vuelta, abuelita? –espetó Aitana con el ceño fruncido-.

-¡Jajaja! No pequeña, deja que continúe…

La niña, ávida por saber porqué el reloj no tenía arena, asintió.

Apenas un año después de que tu abuelo me lo regalase, pidió formalmente mi mano y nos casamos. Una noche, le vi con él entre las manos y le pregunté que qué hacía. Me respondió que ahora todo su tiempo era para mí, para compartirlo conmigo y que ya no necesitaría darle más veces la vuelta al reloj. Así que, aunque no recuerdo muy bien cómo, le vació la arena que contenía y volvió a colocarlo en el lugar que le correspondía…

El brillo que desprendían los ojos de la anciana mientras hablaba, se desvanecían ahora por sus mejillas en forma de lágrimas. Aitana, al ver llorar a su abuela, se levantó del cojín que ocupaba y la abrazó con fuerza.

-Es una historia muy bonita, abuelita. No te pongas triste. No me gusta verte llorar…

-No te preocupes cariño, es sólo que me entristece pensar que tu abuelo estuviera tan equivocado cuando lo vació.

-¿Equivocado? ¿Por qué dices eso? –dijo la niña al tiempo que soltaba sus brazos del cuello de su abuela y se sentaba sobre su regazo mirándola con desconcierto-.

-Pues porque desde que tu abuelo nos dejó, me hubiese gustado poder seguir dándole vueltas al reloj para contar el tiempo que me separaba de volver a estar a su lado. Desde que falleció, es como si yo estuviese dentro de un reloj en el que la arena no deja de caer sobre mí hundiéndome cada día un poco más…

Aitana miraba con tristeza a su abuela mientras ésta se enjuagaba las lágrimas en un pequeño pañuelo bordado y tras un silencio que a las dos se les antojó eterno, dijo:

-Pero… ¿sabes, abuelita?

-Dime pequeña…

-Puede ser que tú vivas dentro de un reloj de arena que sí que tiene arena, pero… para eso estamos mamá, papá, Nicolás y yo: para darle la vuelta a cada momento y hacer que te sientas mejor…

Las palabras de su nieta hicieron que a la anciana le fuese imposible contener el llanto y derramando lágrimas dulces, se abrazó a la niña con todas sus fuerzas...



Para leer más historias con el mismo principio, visita: El CuentaCuentos.

23 comentarios:

Pedro dijo...

¡Qué bonito! ¡Es tan tierno!

Me ha gustado mucho el tono que le has dado, y luego el final es apra caerse la baba.

Muy bueno.

Un abrazo,


Pedro.

Óscar Sejas dijo...

Los cuentos son lo tuyo, cada vez que te pones manos a la obra con la idea de escribir alguno consigues que nos sensibilicemos con los personajes, que nos sintamos profundamente identificados.

Quizás todos estemos atrapados dentro de un reloj de arena que marca nuestros pasos. Yo también tengo el mío, agota su arena cada lunes para recordarme que debo venir a leerte.

Claro que con la manía de la limpieza lo guardé en algún cajón y no lo saqué hasta hoy.

Espero sepas perdonarme. Voy a intentar ponerme al día con las historias pasadas.

Un abrazo grande.

Rebeca Gonzalo dijo...

Me has dejado sin palabras, pero también sin lágrimas. Por un momento me he convertido en la abuela de tu historia incapaz de contener el llanto. Precioso y tierno relato. Te leo.

Sara dijo...

aiiinsss que bonito!! ** te ha quedado genial la combinación entre el tono nostálgico de la historia y el toque irónico de Aitana. Muy acertado.

Voy a ver si publico!

Saludosss

Laura Luna dijo...

Este relato sigue la misma fórmula que has usado en muchos: un cuento narrado con un estilo sencillo, hecho para niños, que les enseña cómo ver la belleza de la vida. El resultado suele ser tierno, como en este caso. Y el resultado es un texto tierno.

Sin embargo, creo que deberías explotar otra clase de relatos, intentar crear más emociones al lector además del "¡ooohhh, qué dulce!". Encasillarse nunca es bueno, y experimentar otra clase de textos es un ejercicio muy positivo. Es un consejo, nada más :$

¡Un saludo!
Mun

Pugliesino dijo...

¿Que tendrán l@s abuel@s que cuan alfareros acarician con su voz la materia de la que está hecho un cuento hasta darle esa suavidad con que envuelven los oídos de la infancia?
Una historia atrapada en ese cuento,en la ternura que ya aporta la presencia de la abuela y la pequeña,el amor y la familia.
Un abrazote y el jueves prepara el vodka :p!!
Acepto vendetta como animal acuático valee grrr

Esther dijo...

Qué tierna historia y qué bonito. Ésto demuestra que el verdadero amor es capaz de vencer cualquier frontera, incluso la de la muerte a veces.

Y los recuerdos... ...son nuestro tesoro.

Un saludito.

Anónimo dijo...

ola!!
me ha encantado tu historia!!
me he dado cuenta mientras la leía que se me dibujaba en la cara esa sonrisita estúpida jejeje, recordando los momentos con mi abuelo... Preciosa en serio... Un besazo chau**

María José dijo...

Gracias por visitar mis frases de "La Sombra del Viento", lo he releído después de leer "El juego del Angel" y sigue siendo mi preferido. La Sombra..... tiene algo especial que este ultimo no tiene.
Por cierto bonita historia la de tu reloj de arena.... a mi me encantaría que me regalasen un reloj de arena como ese. Un cuento muy emotivo.

Anónimo dijo...

Hola María, aquí estoy, después de un buen tiempo.
Comienzo a leer y me encuentro con la sorprea de ver un nombre que casi nadie conoce por acá, Aitana. Leerlo, ya fue una alegría: uno de mis mejores amigos cacaba de ser papá por primera vez y le ha puesto...Aitana.
Y luego, uno de tus cuentos, y una abuela gallega, y la puta madre que estoy con los ojos llorosos.
Creo que tendrías que avisar en el título: Para leer con cleenex.

Besos desde mi sur argentino

Ricardo

La poetisa incierta dijo...

Hola María, oye que bonito!!!! y que dulce tu relato, me puso hasta nostálgica, escribes con mucho sentimiento, y tus palabras lo saben transmitir a la perfección, además que hoy en día no todas las abuelitas que quedan son así de regalarte galletitas, limonada y sentarse en una mecedora a contarte sus propias historias
Viva la nostalgia dulce de una fresca limonada :)
Un saludo, grandote, desde el otro lado del charco
PD: Gracias por tu comentario, me he cambiado a un blogspot, ya la semana que viene estreno como tal en el cuentacuentos, que tengas un feliz resto de semana (y fíjate justo ahora que te escribo están por jugar España - Rusia, a ver como queda la cosa :) chauuuu

VaNe dijo...

Me ha dado un arrebato y he vuelto a abrir el blog XD

Ya verás, ya...


P.D. No pienso leerme la historia hasta que no lo veas. Jajajaja :P


Un kesito apa!

VaNe dijo...

El cielo lo he visto con nubarrones. Y con unos muy cabrones porque sólo llovían en mi cara. La mayor parte de las gotas me caían en los ojos :'(

¡qué mala idea...! :P

Pesioso, como siempre.

Oto kesito apa!

VaNe dijo...

P.D. Ahora me ha venido a cabeza la canción esa de... "y gota a gota empezó a llover, pero no os preocupéis, que yo os salvaré! jajaja

¡QUÉ RECUERDOS! =D

Unknown dijo...

Me ha gustado mucho!!! Pero e sverdad q no se sabe nunca cuando termina nuestro tiempo así q no debemos prometer a la ligera

Anónimo dijo...

JAJAJAJA Ni loca dejes de escribir. Era un modo de terminar el relato. Debí haber puesto un "por ahora".


Un beso desde estas pampas

icardo

Gelo dijo...

"Puede ser que tú vivas dentro de un reloj de arena que sí que tiene arena, pero… para eso estamos mamá, papá, Nicolás y yo: para darle la vuelta a cada momento y hacer que te sientas mejor…"

Ese parágrafo garda a esenza de todo: namentres haxa quen lle dea voltas, a vida seguirá tendo senso.

E xa sabes, se precisas que algunha vez se lle de a volta ó teu, non terás nin que pedilo.

Noraboa pola historia. É das que chegan, de seguro.


Un beijinho.


QRTM.

Carla dijo...

¡Hola! Caramba, acabo de leer tu relato y tengo los ojos empañados en lágrimas! He tardado en visitarte con tiempo para leer el cuento, pero ha valido la pena la espera!

Un abrazo

*Lunilla* dijo...

hola me ha encantado¡¡¡¡ tu pagina muy bonita¡¡¡

muchos besitos

Unknown dijo...

Es perfecto...todo muy bonito..etc...pero no es real..desgraciadamente...deberías de empezar a ser mas fuerte, a protegerte.Esta sensibilidad que demuestras es muy peligrosa,...y sobre los escritos, creo que no hay una mejor emoción que darles realidad.

Un Saludo...Julian

Anónimo dijo...

Jose Julian, cómo parece ser que no tienes habilitado tu perfil blogger (o al menos eso me sale a mí), te responderé por aquí:

¿Sin conocerme de nada (presupongo) ya te atreves a decir que no es real o que, al menos, no tiene mucho de realidad? ¡Qué valiente! :P

Anónimo dijo...

¿Tu crees que realmente hace falta conocer a alguien, para expresar sus sensaciones o lo que en ese instante siente al leer un relato?...

Otro tema es que sea real o no, ya que pienso que sí lo és en muy pocos casos y en la mayoría(por desgracia) son decepciones o no se cumple.

De todas formas si te ha molestado te pido disculpas. ;-D

Un Saludo.Julián.

No sé porque no te sale lo del perfil blogger!!

Hiperllanero dijo...

Amor, todos los cielos son bellos, el azul con sus rebaños de ovejas blancas, el rojo, con sus penachos del atardecer, el naranja con jirones de amanecer, el gris con su placer de nostalgia, el negro estrellado invitacion al beso y el de luna llena que cantan los poetas, pero todos solo ao ojo del que obseva, gracias por tan lindos cuentos, te felicito y agradezco muchacha,