28/2/09

Colors (cc. 118)

Su nueva vida, por llamarla de alguna manera, estaba vacía. A nivel laboral había cumplido todas y cada una de las metas que se había propuesto, así como muchas otras con las que ni siquiera había soñado. Su empresa, esa que él mismo había creado de la nada, despuntaba entre las demás del sector y se afianzaba en el Top 1 tras haber experimentado varias fusiones con otras de menor presupuesto y recursos. Desde la azotea del rascacielos en el que se ubicaban sus oficinas centrales y, también, su despacho, Rafael observaba (con mirada desafiante y siempre por encima del hombro) como las empresas de la competencia, cuyo único e inevitable destino era la quiebra o el cierre, no eran capaces de sostenerle el pulso a la suya.

Al principio, todo eso bastaba para convertir a Rafael en un hombre feliz, radiante, completo y pletórico. Tenía todo cuanto quería y lo que no tenía era, bien porque no le interesaba, bien porque le era desconocido. Pero esa situación pronto cambió.

Al día siguiente de que doña Julia, la que había sido secretaria del abuelo de Rafael durante muchos años y hasta la fecha también suya, se jubilase, llegó a la empresa una joven dicharachera y parlanchina, de pelo negro y ojos enormes y profundos, para ocupar su lugar. El jefe de personal se había encargado de su contratación y Rafael no supo que existía hasta el tercer o cuarto día cuando, tras una reunión, una pregunta que le formuló a uno de los miembros de la junta directiva le llevó a saber de su existencia:

-Oye, Julio… ¿desde cuándo utilizamos folios de color rosa en los dossiers? ¿Es que se nos han terminado los blancos? –preguntó con ironía-.

-Esos folios son rosa porque es el dossier de finanzas, los del dossier de marketing y publicidad son verdes, amarillos los de gráficas y estadísticas… Ya sabes, cosas de Elisa… -sonrió-.

-¿Elisa? ¿Quién es Elisa?

-¿Cómo que quién es Elisa? ¿No me dirás que has olvidado el nombre de tu secretaria?

-¿Mi secretaria? Mi secretaria ha sido siempre Julia…

-Sí, siempre… hasta el pasado viernes en que se jubiló. Deberías echarte una siesta, se ve que has dormido poco esta noche… En fin, yo me marcho que tengo que coger un avión. Nos vemos el lunes, Rafael, espero que no me te olvides de mí –espetó con sarcasmo-.

-¿Eh? No, no, claro… ¡hasta el lunes, Julio!

La llegada de Elisa había revolucionado unas oficinas a cuyos ocupantes había transmitido su buen rollo y positividad así como su método de clasificación por colores en folios, carpetas, dossiers, bolígrafos, rotuladores y pegatinas identificativas.

Su tono de voz pausado, su sonrisa perenne y sus buenas maneras hicieron que todos la acogiesen de buen agrado. No tardaron en hacerla sentir como uno más y ella en seguida supo que había encajado, que esta vez esa pieza perdida que ella representaba, había encontrado el puzle al que completar.

Con todos fue así, a excepción de con Rafael, quién primero ni se percató de su existencia y, después, la catalogó como una persona estrambótica que sólo pretendía llamar la atención y ser el centro de todas las miradas.

Un mes después de su llegada, el jefe de personal llamó a Elisa para, con tono apesadumbrado, decirle que no había superado el periodo de prueba. Quince días más tarde, la joven se despedía de los que habían sido sus compañeros durante ese breve periodo de tiempo.

Elisa salía por la misma puerta por la que cuarenta y cinco días atrás había entrado y lo hacía con su maletín rojo y un pañuelo del mismo color sobre la cabeza y anudado en el lado derecho, igual que en su primer día a excepción de por la cantidad de ojos llorosos que, esta vez, había dentro de aquellas oficinas…

Rafael quiso ser una vez más la excepción y no quiso despedirse de ella. Consideraba que aquella muchacha ya le había hecho perder demasiado tiempo con sus velitas, su incienso, sus pañuelos de colores, su buen rollo, sus métodos de clasificación, sus cactus y su larga lista de demás excentricidades.

Tras Elisa, varias aspirantes a ocupar el puesto de secretaria de Rafael pasaron por las oficinas y ninguna pasó la prueba. Para los demás, ninguna era tan simpática, atenta, eficiente y agradable como lo había sido ella. Para Rafael, todas eran demasiado eficaces para su gusto, “demasiado robóticas” –que decía él-.

Una noche, cuando Rafael caminaba hacia su casa tras un largo y productivo día de trabajo en el que había cerrado la fusión con la última de las empresas importantes que todavía quedaban en el sector, la voz de una joven que llamaba a un taxi llamó su atención. Esa joven era Elisa y a pesar de los gritos y aspavientos de Rafael por atraer su atención, esta vez fue ella la que no se percató de la presencia de él.

Rafael, que no estaba seguro de porqué había pretendido que Elisa lo viera, continuó caminando hacia su casa. Una vez dentro, dejó su maletín sobre la mesa del comedor y se dirigió hasta su habitación para coger ropa limpia y, después, darse una ducha.

Al abrir el armario cayó en la cuenta de lo que allí había y se sintió totalmente vacío. Corbatas, camisas y pantalones clasificados en base a su color. Abrió los cajones y encontró más de lo mismo en lo que a bóxers, calcetines y camisetas se refiere. Completamente abatido, se sentó sobre la cama y la imagen de un rostro ocupó su pensamiento. Era el rostro de una mujer joven de cabello negro, ojos grades, profundos y oscuros, tez suave y sonrisa perenne. Era un rostro enmarcado por un flequillo y un pañuelo rojo, con un nudo en el lado derecho. Era el rostro de Elisa.


A Sara, por todo ese universo de pequeñas cosas que le hacen ser lo que es y cómo es, que nos unen y nos acercan...

20 comentarios:

Anónimo dijo...

Tremendo, María, Tremendo.

Uno de esos relatos que uno se espera encontrar en un libro de cuentos de los más grandes.

No se, hoy me habrás pillado sensible, pero aún con nada, este relato lo tiene todo.

Noelplebeyo dijo...

Un relato donde la ceguera no impide ver la poca vista de Rafael, ¿ cuantas veces se piensa en tener todo y en cambio el vacío es la única posesión??

Me gustó. Besos

Mirna dijo...

En mi caso, creo que soy un poco como Rafael.

Mi manera de leer el cielo en tu historia, la "moraleja" que le veo es que no nos solemos dar cuenta de lo que tenemos hasta que lo perdemos.

Cuando una persona totalmente diferente, distinta, que le da un nuevo cambio, un enorme y brutal cambio a nuestra monótona forma de ser, irrumpe en nuestras vidas, lo primero que solemos hacer es evitarlo. Creo que es lo que hizo un poco Rafael.
Así que cuando esa persona se tiene que marchar, irremediablemente nadie es como ella y nos damos cuenta de lo que la echamos en falta.

Ahora nuestra vida es otra vez monótona, gris, y queremos que vuelva a ser azul celeste, como en tu caso, ¿No? :)


En cuanto a mi texto, pensé que fui un poco bestia pero es que nunca me han gustado los finales felices de los cuentos. Tú te quedas con buen sabor de boca porque los "buenos" acaban bien y felices, pero siempre hay alguien que se jode (en este caso los malos), y mira, estás destruyendo su forma de felicidad... No es una buena forma de ser feliz, pero en los cuentos siempre pensé que procuraban hacerles sufrir, destruyéndoles o quitándoles todo lo que tenían hasta acabar, ¡Matándolos!
Siempre me pareció muy injusto...
Así que a ver si hay alguna Princesa que vuelve al mundo real.
Procuré darle un toque muy cómico para no hacerlo tan duro... Es como una risa sardónica.
Espero haberlo conseuido :)
Un beso, María.

Lauriña dijo...

T_T

¡Qué bonita! Me encanta el personaje de la chica y me encanta que Rafael "muera por ella" ahora que se ha ido... ¡Ea! por capullo.... :P

Me quedo con una frase que me pareció muy chula: "esa pieza perdida que ella representaba, había encontrado el puzle al que completar". Creo que alguna vez más de uno habremos sido esa pieza perdida en busca del puzle o de las demás piezas que lo compondrían.

Me ha gustado mucho. Además de que me recuerda a las "buenas del 06", tu ya me entiendes.... ;)

Besiños nena!!!! :*

Pugliesino dijo...

Muy bien narrado.A traves del fugaz paso de Elisa Rafael ve como el armazón tras el que refugia su vida va resquebrajándose. El instante en que da cuenta de lo sucedido lo reflejas en una inmensa escena final en donde los colores dan sonido al vacío con que se enfrenta.
Como dice el poeta "se hace camino al andar,y al volver la vista atrás..." descubrió a Elisa.

Un abrazo!!

Edgar León dijo...

Cuanta gente habrá así que no se da cuenta de lo que tiene hasta que lo pierde. Yo me incluyo en ellos pues alguna vez me ha pasado. Estas cosas lo que te hacen es enseñarte a apreciar más las cosas sin esperar a perderlas para echarlas de menos. O como dirías tú María, a aprender a ver el cielo más azul. Después de todo, cada uno de tus relatos nos enseña algo nuevo y maravilloso.

Agua dijo...

Una historia preciosa y real como la vida misma. Perdidos en la vorajine de las rutinas de una vida demasiado ocupada, clasificada y ordenada nos olvidamos de sentir. Nos olvidamos de lo que era llegar a casa y recibir un beso, nos olvidamos de tomar un cafe mirandose a los ojos sin nada que decir porque los ojos lo dicen todo. Y perdidos en el exito de una carrera que ha llegado a la cumbre, vemos justo a nuestros pies el precipicio personal al que nos acercamos peligrosamente...Genial la historia! un beso!!!!

Rebeca Gonzalo dijo...

¿Cuántas veces caemos en el error de no apreciar los pequeños detalles del día a día? Me ha parecido muy bonita y para nada resulta brusco el final. Creo que es el mejor broche... Siempre se aprende de tus escritos.

Anónimo dijo...

María no estoy seguro pero creo que es la primera vez que te comento. Te cuento que el texto me ha gustado, fluye y se deja leer muy bien. Por otra parte, he notado que Rafael se da cuenta de su situación cuando ve que toda su ropa está clasificada por colores, de la misma forma que Elisa ordenaba las cosas de la oficina. En esa concomitancia él descubre que ella no era tan "excéntrica" como creía. ¿Me equivoco?

Saludos.

Sara dijo...

Maria este relato pide a gritos una segunda parte!!!
Te ha quedado bordado (bueno, lo raro sería lo contrario).
Todo un honor que decidas medio regresar a CC con una frase mia... es como un privilegio!
Y encima con una historia de las que a mi me gustan... jiji...

Camaleona dijo...

Cuando uno no quiere darse cuenta de que se ha enamorado de alguien que representa su propio "lado oscuro"...

Jan Lorenzo dijo...

Yo creo que no he captado muy bien la esencia final del relato, pero aún así me llevo muy buen sabor de boca... Muy bien narrado, muy fluído... Es fácil de leer y cuando te das cuenta, ya has llegado al desenlace de la historia...

Besines de todos los sabores y abrazos de todos los colores.

Nerina Thomas dijo...

Sucede a veces. Cuando uno se marcha se huele la ausencia. Je!!
muy buen relato. un cariño desde esta Argentina!!

Al dijo...

=D






No te voy a decir nada, que luego me riñes... ;)

Ailën dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Ailën dijo...

Hay gente que tiene ese don de colorear la vida tan entrañablemente...

pero también hay "hombres grises" que no son capaces de verlo hasta que es demasiado tarde.


Besos!

Anónimo dijo...

Muy buen relato, aunque se veía venir que el estirado del jefe iba a echarla en falta.
De todas formas, será deformación profesional (soy informático) no me imagino presentar a los jefes informes, en hojas de colorines, con pegatinas etc... lo normal es que no te dejen escapar del "estándar" marcado por la empresa. Menos mal que tenemos estas vías de escape para seguir encontrando un mundo diferente.

Anónimo dijo...

¡Valla!
Me gusta tu forma de escribir, no recordaba lo bien que escribes, jejeje, espero poder pasarme por aquí mas a menudo!
Este final me pareció triste, pero perfecto para el empresario autómata.

Un abrazo

VaNe dijo...

:D

¡SEGUNDA PARTE YA!

:P

Óscar Sejas dijo...

Decirte que es genial y que me ha encantado no sería una novedad después de todos estos comentarios.

Pero es que joder, me ha encantado y me parece genial.

¿Cómo puede alguien estar tan ciego? Aunque aveces pasa. Empezamos a necesitar cosas sin darnos cuenta y cuando las hacemos desaparecer las echamos de menos porque nos dejan un profundo vacío.

Real como la vida misma.

Un abrazo.

P.D: Después de todos los comentarios que te ido dejando hoy te dobo una disculpa. Llevo demasiado tiempo sin pasar por aquí. Espero sepas perdonarme.