17/11/08

Hasta llegar a enloquecer

Era una de esas tardes de Sábado en las que las que, como ya hacía mucho tiempo que no teníamos, cambiábamos la sobremesa por un par de cafés [vieneses, bien calentitos y con mucha espuma, en esa pequeña cafetería que tanto te gusta [quiero pensar que porque yo te la descubrí] y en la que siempre nos toca tener que esperar antes de poder entrar porque las pocas mesas que tiene están ocupadas] y algunos euros de gangas dudosas en el mercadillo.

Me gusta ir contigo al mercadillo. Y no porque nunca me dejes pagar a mí, sino por lo mucho que me haces reír cuando criticas y te burlas de todo lo que se te antoja. Eres como ese niño que todo lo toca, pero en lugar de para que te lo compre, para asegurarme que tú no lo comprarías jamás y, si es preciso, pasas a enumerarme tu larga serie de disparatados motivos.

Mientras yo curioseaba los puestos, tú improvisabas el robarme besos que resultaban ser la coartada perfecta para rehuir charlas interminables con esas vecinas cotillas que tanto te incomodan.

Y fue tras uno de esos besos, durante los breves instantes en los que yo me quedo abrazada a tu cuello mientras tú tratas de hacer que me sonroje con lo que me susurras al oído, cuando le vi:

Mis ojos se cruzaron con los suyos y, por primera vez en muchísimo tiempo, fui capaz de aguantarle la mirada hasta que él no pudo más y la apartó. Creo que hacía más de un año que no le veía y aunque estaba muy cambiado, en el fondo seguía siendo el mismo de siempre [de no ser porque ese aire descuidado suyo de siempre, a mí ahora me resultaba incluso grotesco].

Nos conocimos en el colegio y hasta el instituto compartimos pupitre el uno al lado del otro [porque así lo establecían las iniciales de nuestros primeros apellidos y el riguroso orden alfabético]. Con el paso de los años nos hicimos inseparables. Compañeros, confidentes y, sobre todo, amigos. Muchas veces he pensado en qué habría pasado si no nos hubiesen sentado juntos el primer día de clase o si el apellido de alguno de los “recién llegados” hubiese estado entre los nuestros. ¿Quién hubiera estado dispuesto a plagiar mi letra tan bien y a intercambiar conmigo los exámenes de Física y Química para completarme las preguntas de formulación? ¿Quién te habría ayudado a ti con las declinaciones y la gramática y el vocabulario de Inglés?

Fueron precisamente esas asignaturas que se nos daban tal mal a cada uno, las que hicieron que nos separásemos y tomásemos caminos distintos. Quién nos lo iba a decir a nosotros… que hasta bromeábamos diciendo que, de haber nacido un siglo atrás y dada la adoración que tu madre sentía por mi abuela y la buena posición de tu padre, el nuestro hubiera sido uno de esos matrimonios de conveniencia…

Aunque, en realidad y sin darnos cuenta [ahora lo sé], empezamos a separarnos mucho antes. Dicen [y es cierto] que las mujeres maduramos antes que los hombres. Así que imagino que mientras tú seguías jugando en los recreativos, yo empezaba a jugar a querer ser mayor memorizando los datos del DNI de la [amiga de la prima de la conocida de una amiga] que, teniendo la edad oportuna, más se me pareciera.

Ahí empezó. Mientras que por semana y durante los días en que teníamos Educación Física te pedía tu chaqueta cuando salíamos al pabellón, con la estúpida excusa de que me había olvidado la mía y tú me la prestabas porque, en realidad, la habías llevado porque sabías que yo te la pediría, y yo me pasaba el resto del día oliendo a ti [y suspirando porque olía a ti] y con tu colonia impregnada en mi ropa, los fines de semana [por tu culpa, porque no querías salir de fiesta con los demás…] me fijaba en los mayores y empezaba a dejar que me hicieran sufrir porque era tan tonta que no me daba cuenta [o que no quería admitir] que me había enamorado de ti.

Y tú [y eso también lo supe después, mucho después…] también te habías enamorado de mí y por eso no querías salir los fines de semana con los de clase, porque no querías dejar que yo te hiciera sufrir, porque eras tan tonto como yo y no te dabas cuenta de que yo estaba loca por ti.

En realidad, no duró más de unos segundos, pero que se me antojaron eternos a causa de la cantidad de imágenes del pasado que se agolpaban en mi cabeza, y mentiría si dijera que no me gustó volver a verle y recordar todo aquello pero, nada comparado con lo que me gusta que me beses en el cuello exactamente del mismo modo en que empezaste a hacerlo justo cuando todas y cada una de esas imágenes desaparecieron de mi cabeza.




Y luego, al subirnos en el coche, una vez más vuelves a decirme que tengo tres segundos para adivinar la canción que vas a poner; a mí me sigue sobrando uno y medio para saber que es “Hasta llegar a enloquecer”; subes el volumen y yo la canto a voz en grito mientras tú arrancas y sonríes…



13 comentarios:

R. dijo...

Cuando cruzas miradas con el pasado...



me encanta como escribes :)!

VaNe dijo...

Es decir: que bajas al feiruco y no me avisas, ¿no? Pues con el mosqueo que me ha entrado al enterarme se me ha olvidado lo bonito de la historia. ¡EA!

Por mala. Ahora ya no te junto

Óscar Sejas dijo...

Así es mi querida amiga, bastan tan sólo unos segundos de mirada para volver a sumergirse en el pasado.

Supongo que es parte de la naturaleza humana el no olvidar el pasado, pues eso nos hace saber a donde vamos.

Aunque a veces me gustaría poder cambiar ciertas cosas, o vivir aquello que no viví...

Todavía hoy sigue doliendo...

Un abrazo.

Noa dijo...

Que genial María...lo he visto todo tal cual, me he metido en la piel...
Si, me ha gustado mucho, me ha traido recuerdos.
No siempre dejo huella, pero siempre te leo.
Gracias por tus comentarios, eres un sol!
Besos

Unknown dijo...

¡Quién no ha vivido esa situación! Me has hecho sentir, recordar momentos culminantes de mi vida, pruebas que fueron dolorosas pero cruciales para seguir adelante...

¡qué duro es enfrentarse a un antiguo amor, mantener esa mirada y no perder la compostura...!

Besos, María.

Bea dijo...

Que bonito. Creo que todos hemos pasado por momentos así, de esos inolvidables e irracionales que ni siquiera sabes porque los tienes en mente.
Conservo recuerdos que cierta gente que me hacen sonreír, otros no tanto pero ahí están.

Me encanta cuando escribes cosas sobre tí. Seré una cotilla? jejeje.

Me encanta la realidad más que nada.

Un besazo enorme guapaaaaaa!!!!

PD: Somos sentimentales por naturalezaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa.

Una y otra y otra vez... hasta llegar a enloquecer hasta que no exista más mundo...

Pugliesino dijo...

Tienen los recuerdos ese extraño poder capaz de hacer de unos segundos una eternidad y de todo un pasado unos segundos.
Consigues coincidan presente y pasado como un eclipse que va desapareciendo lenta y súbitamente con un beso.Bella historia sí.
Un abrazo!

*Ah lo del pelo era porque se estaba convirtiendo en hombre lobo :)

Anónimo dijo...

Joer, Carlos... que lo había entendido... ¡era una coña! ¬¬'

Carla dijo...

aix! la de recuerdos que me has traído a la mente!!

Ah! ¡Y qué bonita historia!!!

Un abrazo!

Lauriña dijo...

Yo también quiero ir al Feiruco!!!!

























P.D. Recuérdame que te pregunta nombres, datos y fechas xD que estoy perdida!!! T_T


:*************

Miguel González Aranda dijo...

Muy buen relato.
Ves algo del pasado, algo bonito, feo, bueno, malo.....y los recuerdos te bombardean en muy poco tiempo.

Salud

Iván dijo...

hola soy fan d elos sims 2 es un juego n ose si tu pero yo sí, bueno pasaba por auqi y e dich oahbe rug lbog
es ta muy bn
sigue asi
pasat erpo mi blog y ponte com oseguidor vale

Isabel Colette dijo...

Wow, me he emocionado...