9/9/08

People always leave but sometimes they come back (cc. 112)

Quizás si hubiera sabido aquello no me levantaba” pensaba Gonzalo al tiempo que, tras haberse metido de nuevo en la cama, volvía a taparse hasta las orejas (quizás por ese tendencia que tenemos los cobardes de creer que, dentro de la cama y tapados lo más posible, todo da menos miedo) para, tal vez, tratar de borrar lo sucedido aquella mañana o, cuando menos, tras dormir un par de horas más, fingir que nada de aquello había pasado…

El despertador sonaba a las 08:30 de la mañana (una hora como cualquier otra, aunque demasiado tarde para ir a trabajar y demasiado temprano para no tener que hacerlo) y Gonzalo, siguiendo la rutina de cada día, lo apagaba de un manotazo para, acto seguido, tardar un par de minutos en desperezarse, calzarse las zapatillas y dirigirse a la cocina para calentar un café de sobre en el microondas.

Aquella rutina a la que era sumamente fiel, marcaba que durante el tiempo que el microondas tardaba en pitar indicando que el café ya estaba listo, Gonzalo había de dirigirse a la ventana de la cocina, subir la persiana, mirar por la ventana y que lo primero que su retina captase del exterior de aquellas cuatro paredes en las que vivía fuese, en el mejor de los casos, a la vecina del quinto C del edificio de enfrente siguiendo aquel curso de Pilates al que se había aficionado en las últimas semanas o, en el peor de los casos, al del quinto D ajustándose por enésima vez aquel peluquín que a Gonzalo se le antojaba como el premio que ese hombre había obtenido por haber atropellado al gato de la inquilina del tercero C de su mismo edificio. Gato que había desaparecido hacía ya unos tres meses y por el cual no dejaba de preguntar su centenaria dueña. Sin embargo, aquella mañana no vio ni a la vecina con la que soñaba alrededor de tres veces por semana ni al hombre del peluquín, y tampoco le dio tiempo a ver el vaho con que la lluvia había adornado su ventana, un estallido proveniente del microondas se lo impidió.

Dicho estallido, hizo que el joven se apresurara en abrir la puerta del aparato, del que comenzó a salir una pequeña aunque considerable cantidad de humo. Se había estropeado, no había la menor duda. Ni siquiera se molestó en comprobar el estado de la taza ni en sacarla del interior. Se dirigió al cuarto de baño y abrió el grifo de la ducha en la que se metió tras desprenderse del bóxer de curioso, a la par que indescriptible, estampado que llevaba y de la camiseta de color azul marino en la que rezaba “Beach boys, good berberechos”.

Pocos segundos tardó en comprobar que de la ducha sólo salía agua caliente y muchos menos en salir de ella de un salto para no terminar escaldado.

“Primero el microondas, luego la ducha… ¿qué más me va a pasar hoy?” se decía a sí mismo justo cuando una de las bombillas que daban luz al espejo del cuarto de baño, y a la que sólo dedicó una fugaz mirada, estallaba en mil pequeños pedazos.

“¡Por hoy es suficiente! Me vuelvo a la cama…” sentenció en voz alta a pesar de estar sólo, como si pretendiera que todos y cada uno de los objetivos inanimados que allí había se diesen por enterados.

Poco a poco, el sueño volvía a apoderarse de Gonzalo y los ojos se le iban cerrando. Cuando ya estaban a punto de cerrarse por completo, volvió a abrirlos de par en par. Quizás había sido un mero producto de su imaginación, pero por un instante le pareció ver que los leves destellos de las estrellitas fluorescentes pegadas en el techo de su dormitorio (recuerdo, por el momento imborrable, de su ex novia) dibujaban el contorno de algunas letras, incluso tal vez palabras… Frunció en entrecejo, guiñó un ojo, luego el otro… pero nada, no logró ver nada.

Tres segundos más tarde, Gonzalo salía de la cama de un salto y corría al cuarto de baño. Tras encender la luz del techo comprobó que no era un producto de su imaginación, realmente había algo escrito en el espejo. Algo que una mirada fugaz simplemente le había permitido intuir pero que ahora leía con claridad: “…they come back”.

Corrió a la cocina y dirigió la vista a la ventana. Los primeros rayos de sol de la mañana ya habían comenzado a hacer desaparecer el vaho de la misma, pero en ella todavía se podía leer: “… but sometimes…”. Gonzalo estaba perplejo, aquello claramente había sido escrito sobre el vaho de la ventana por alguien que presumiblemente había utilizado uno de sus dedos para hacerlo, ¡pero él vivía en un quinto! ¿Cómo era aquello posible?

De pronto, vio como la taza (su taza preferida, la que siempre utilizaba para el desayuno) que habría jurado que seguía dentro del microondas, reposaba boca abajo sobre el fregadero. Dirigió la vista hacia el microondas (del que ya no salía humo) y un escalofrío lo recorrió de arriba abajo al ver que era la taza de Arnau la que estaba en su interior. Con pena y lágrimas en los ojos, la cogió con ambas manos y leyó una vez tras otra aquellas tres palabras que el que había sido su mejor amigo y compañero de piso había hecho que le grabasen en ella: “People always leave…”.

Entonces, simplemente comenzó a unir palabras: a lo grabado en la taza, habría de seguirle lo escrito en la ventana de la cocina y, a su vez, a esto último habría de seguirle lo escrito en el espejo del cuarto de baño: “People always leave but sometimes they come back”.

Gonzalo, con la taza de Arnau todavía entre sus manos, se sentó en una de las sillas de la cocina y comenzó a mirar en todas las direcciones.

A pesar de haber tenido que ser él mismo quien reconociera su cadáver en el depósito, tenía la sensación de que su amigo había vuelto de aquel desafortunado viaje…

“¡Esto va a ser divertido…!” pensaba Arnau, quien sentado sobre la encimera de la cocina, se reía de la cara de susto que su amigo Gonzalo tenía en ese momento…

Continuará… (o no… eso de mí no depende)




Para leer más historias con el mismo principio, visita: El CuentaCuentos.

11 comentarios:

Rebeca Gonzalo dijo...

Intrigante y un final inesperado. El pobre al principio parecía un poco gafe, luego en algún momento creí que era una especie de venganza por parte de su ex-novia... Me ha gustado.

Esther dijo...

¡Qué historia más chula!

Lo del microondas me recordó a un episodio que tuve yo tb con uno de mi casa, aunque éste no se estropeó sino lo que había metido dentro ¡Je,je! Tuve que correr para sacar a mis pajaritos de la galería de al lado, no fuera que se me fueran a ahogar... ¡pobres!

Quién sabe, quizás aquellos que se perdieron por el camino, nos vigilan. Una vez, me contaron una bonita historia del más allá, una teoría esotérica pero, bonita historia que ni defiendo ni desmiento pero, era bonita. Entre otras cosas, decían que nuestros seres queridos, mientras estuvieran en alma, podían de vez en cuando hacernos una visita y observarnos sin que nos diéramos cuenta ¿quién sabe? Pero, me gusta pensar que podría ser así :)

Saluditos de otra cuentacuentos :)

Sara dijo...

“Beach boys, good berberechos” ???? Maria jajaja me has dejado K.O. Me lo he puesto de nick en el messenger y todo... q grande! q grande!!
Me ha encantado también la colocación de la frase por la casa... original! ;)
Espero que tenga continuación!!;)

Anónimo dijo...

Pánico sentí al pensar que la camiseta de berberechos de playa fuera esa que sabes con la mancha de café xD!!
Muy buena doble h(historia y homenaje).Ingeniosa la forma de combinarlo,así como la mezcla de lo cotidiano y misterioso con el humor y esa expectación que nos llevaba hasta el final.
Aunque para miedo cuando la valadora que tengo se pone a 10 en la escala Richter xD
Un abrazote!

maria dijo...

guau, sin duda alguna genial me ha encantado
sublime ^^

wannea dijo...

hjajajajaja me encanta lo de los berberechos!!! y la historia tb muy interesante y yo tb espero que siga... aunque le de un infarto al pobre xD bessos

Óscar Sejas dijo...

Sinceramente Arnau es un poco cabroncete...ve que su amigo está medio muerto de miedo y le parece gracioso. Si es que hasta los fantasmas se olvidan de lo que acojona ser mortal.

Pero lejos de todo eso quiero más partes, entre otras cosas porque estoy seguro de que Arnau tiene mucho que decir y, a ser posible, habrá miedo y cosas que al mismísimo Iker Jiménez le pondrían los pelos de punta.

Creo que me dijiste que tenía que puntuarte con submarinos, pero como esto viene siendo una primera parte de algo prefiero esperar a que haya más partes y valoro el conjunto.

De momento sólo puedo decirte que vas por el buen camino de superar a Zafón una vez más ;-)

16 pares de besos para ti.

Anónimo dijo...

Buenísimo, María.
Muy bien narrado, con la intriga que no te abandona en ningún momento y unas descripciones precisas y divertidas.
Lo he pasado muy bien leyéndolo.
Besos

Ugotme07 dijo...

¡¡¡Hola María!!!!!!¿Qué puedo decir de esta maravilla? Digo maravilla porque has conseguido tenerme intrigada durante el tiempo que he tardado en leer la historia, ya que no sabía qué sentido iba a tener ese “But sometimes they come back” además, me ha encantado la manera en que lo has enfocado, porque yo siempre la utilizaba cuando alguien cercano se iba lejos (pero de viaje,a estudiar etc…) y tú me has hecho pensar, que también aunque alguien se vaya como Arnau para siempre de nuestro lado, puede que en el fondo siga ahí cuidándonos y volviendo cada día para protegernos.
Las descripciones de Gonzalo me han encantado,y todo en general, pero para mí lo bueno de la historia es que no tienes ni idea de cómo puede acabar.

Pd: Gracias por cumplir tu palabra y además cumplirla a lo grande.
Pd: Algún dia publicaras un libro….dime que si!¡que quiero comprártelo! :P:P

Un abrazo gigante o más desdeeee el surRRRRRR

Anónimo dijo...

Hola. Intrigante y misteriosa tu historia. Me ha gustado mucho. ¿Por qué no la sigues? Me quedo con las ganas de saber más. Je,je.

Hasta pronto.

Un besito.

Óscar Sejas dijo...

Hola María, ya he leído el relato del que dejaste enlace en mi blog. La verdad es que reune ciertas similitudes pero no lo conocía.

En cuanto a la película "Un paseo para recordar", ya la había visto ¿no lo recuerdas?, pero el relato que he escrito esta semana me salió sin pensar en esa película. Cuando lo terminé de repente me fijé y dije:

"Coño...lo de comprar una estrella lo había visto yo en algún sitio..."

Casualidades, o quizás el subconsciente que me traiciona, pero ni recuerdo fotograma a fotograma esa película ni estaba pensando en ella mientras escribía. :-)

Hay tanta gente en el mundo que seguro que cada idea que tenemos ya la ha llevado alguien a cabo, aunque lo mágico es darse cuenta de que cada modo de llevarlo es único y especial.

Un abrazo.