25/4/08

El libro mágico de Jùlia (Reto del Día del Libro)

Érase una vez que se era, una pequeña niña que todavía no había cumplido su primer año de vida. Jùlia, que así se llamaba, se pasaba el día sonriendo y contagiando su risa a quienes la rodeaban. También era muy lista, ¡vaya que sí lo era!, se había aprendido todas y cada una de las palabras que habían salido de las bocas de sus padres, sus hermanos, sus abuelos, sus titos y sus primos. Lo malo, es que no sabía cómo hacerlas salir.

La niña, miraba con suma atención la boca de quién le hablaba y trataba de almacenar en su cabecita la serie de movimientos que ésta realizaba. No siempre lo conseguía, pero aún cuando sí lo lograba, llegaba la hora de reproducirlo y de su boca no salían más que balbuceos y gorgojeos.

Se sentía frustrada cada vez que quería pedirle a Sergi, su hermano de cinco años, que le dejase hacer un puzle con él y no lo conseguía. “Sergi, ¿me dejas hacer el puzle contigo? No romperé ninguna pieza ni lo desarmaré cuando esté casi acabado”, así es como su madre le había dicho a Joan, su hermano de tres años, que se lo tenía que pedir a Sergi. Sin embargo, cuando ella se lo pedía, lo único que éste escuchaba era un “atatatatata tataaaata” y, como era lógico, no le hacía ni caso.

Sabía lo que había que decir cuando sus hermanos se peleaban e incluso, aquella vez, podría haber avisado a mamá de que Joan se había caído del tobogán, pero no conseguía poder hacerlo.
Una mañana, estando mamá y ella solas en casa (porque papá estaba trabajando y los niños en el colegio), Jùlia descubrió algo nuevo:

Normalmente, siempre era Sergi el que descubría cosas geniales (como aquel perrito tan pequeño que apareció en el jardín y al que papá le llamó “topo” o aquellos lápices que pintaban tanto y tan bien que ni la lavadora los podía borrar), pero esta vez había sido ella.

Mientras mamá hacía esos macarrones con tomate que tanto les gustaban a sus hermanos, había dejado a Jùlia en su pequeño mundo que era sólo para ella y de nadie más: una pequeña manta de cuadritos de colores sobre el suelo del salón con muchos de sus juguetes encima.

Sobre la manta estaban “Pipo”, el conejo verde; “Dada”, la tortuga morada; la pelota que siempre se escapaba y no quería jugar con ella; “María”, su muñeca favorita porque era muy blandita y olía a vainilla (regalo de aquella a quienes Sergi y Joan llamaban “tita María” y a quién Jùlia sólo había visto durante una semana y hacía ya mucho tiempo); incluso había un coche de Joan sobre la manta esa mañana, juguete que le habría quitado de haberse enterado…

Tras la cuarta vez en que la pelota decidiera escaparse de la manta, Jùlia desechó la idea de salir a buscarla (porque el suelo estaba muy frio) y tampoco lloraría para que mamá viniera, porque siempre se asustaba mucho. Así que, moviendo su pequeña cabecita de izquierda a derecha a lo largo y ancho de sus dominios, descubrió algo que jamás había visto antes (ni siquiera fuera de su mantita).

Gateó hasta “aquello” para descubrir de qué se trataba. Cuando ya estuvo muy cerca, sin necesidad de tocarlo supo lo que era: ¡una de esas cosas que, cuando Sergi y Joan estaban metidos en sus camas, mamá y papá miraban mientras no dejaban de mover la boca! Sí, no había duda de que era eso, pero… ¿y cómo se llamaba? Jùlia lo sabía, tenía que saberlo, porque cada noche escuchaba su nombre de boca de sus hermanos, pero ahora no era capaz de recordarlo. ¿Lilo? ¿Mimo? No, eso no era… ¡Libro! Eso sí…

Y se alegró enormemente porque, aunque no sabía muy bien porqué, a ella nunca le dejaban tocarlos. Tal vez fuese porque una vez se le rompiera un pedacito de esas cosas tan finitas y delgaditas que había dentro de esas otras que eran un poco más gruesas. “Si fuesen todas así” –pensaba Jùlia- “no se romperían tan fácilmente”.

Siguió gateando hasta conseguir sentarse justo al lado del libro (tarea más que complicada teniendo en cuenta el peso del pañal que también tenía que transportar) y lo cogió entre sus manos. “¡Qué feo es!" –pensó nada más abrirlo-. No tenía dibujitos de animales ni de niños como otros que había visto. En realidad, por no tener, no tenía nada de nada…

Cuando ya estaba a punto de desechar la idea de jugar con el libro, como anteriormente había hecho con otros juguetes, algo le hizo cambiar de idea:

Al colocar la palma de su mano izquierda sobre una de esas cosas tan finitas y que se rompían tan fácilmente, se vio a sí misma (como si de un espejo se tratase) reflejada en el libro. Estaba jugando con el puzle favorito de Sergi y ya casi estaba a punto de terminarlo del todo, ¡con lo difícil que era!

Entonces, pensó en llorar para que mamá viniera y así poder enseñárselo, pero le entró miedo. Si su hermano mayor se enteraba, se enfadaría mucho con ella, así que rápidamente pasó varias páginas (aunque no sabía que se llamaban así). Al hacerlo, volvió a verse, pero esta vez tirándose por el tobogán mientras Joan aplaudía su hazaña. “¡Qué raro! –pensó- “Siempre es al revés”. Y la pequeña Jùlia continuó pasando páginas y más páginas, descubriendo que dentro de aquel libro ella era la protagonista, la princesa, la más valiente, la más lista… y que podía hacer todo cuanto quisiera…

Desde la cocina llegaba ya el olor de los macarrones con tomate que mamá estaba cocinando y el estómago de Jùlia comenzó a hacer ruiditos…

Casi todos los días, su tripita hacía ruidos de esos y la niña pensaba que le pasaba lo mismo que ella: que hablaba sin que nadie supiese lo que decía.

Entonces sintió hambre y recordó la tarta de chocolate que todos menos ella, porque era muy pequeña, habían comido un día en el que a Sergi le cantaban una canción muy rara y le daban muchos regalos. Y pensó que tal vez, dentro de su libro, ella también podría comer tarta de chocolate…

Unos dos minutos después, Jùlia escuchó el ruido del coche de papá y, justo después, a Sergi y a Joan gritando en el jardín. Cuando los tres entraron en la casa, se la encontraron así:


Porque la magia está en los niños pero, también, en las páginas de muchos libros…

*A mi sobrina Jùlia, que el próximo martes cumplirá su primer añito (y es que… el 29/04/07 en España no sólo nació una princesita, que conste en acta…).

5 comentarios:

Esther dijo...

Qué guapa y qué graciosa con el chocolatito. Mmmmmm... ...esa sí que sabe elegir bien ¡Je,je! Y es que el chocolate está buenísimo ¡Me encanta!

Cuánta razón tienes en eso de los libros y es que los libros son mágicos :te transportan fuera de la realidad,imaginas, sueñas. Son magia pura.

Te dejé una cosita en mi blog. Si no te apetece hacerlo, no pasa nada.

http://bla-esther.blogspot.com/
2008/04/antes-de-qu-pides-t.html

Saluditos.

Anónimo dijo...

Aii q cosa más bonita!! El cuento es genial, pero la fotito que acompaña es una ricura! ;)

Pues menos mal que me comprendes, Maria, porque encima las dos "plagiadoras" me responden como si yo fuese un bicho raro que va acusando a la gente de robar asi por así... Dicen que debería tomármelo como un halago... A ver, que alguien copie un texto tuyo y lo publique diciendo de donde lo ha sacado, que se identifica y tal... pasa... pero que alguien lleve desde Diciembre copiando textos tuyos día sí y día también, sin decir de dónde son, sin corregir a los que dicen que "que textos escribes", etc... pues no. Se trata de respeto. Puede que internet sea de todos, pero mis ideas y sentimientos no. Una cosa es que las deje ver, e incluso copiar con referencias... y otra es que me deje atracar a mano armada...

En fin, me quedo más tranquila! ;)

Un besito

Pd. www.copyscape.com para futuros plagios ;)

Anónimo dijo...

Genial, nena. Aunque no le has hecho mucho caso a tu cantante favorito:érase una vez... ;)

Así que... ayer por la noche, cuando te dejé, te pusiste a escribir este relato, ein??? Anda que... :)

Pues nada cielo. Que me gusta que hayas conseguido seguir el reto y la buena idea que has tenido con esta tierna historia. Me ha gustado mucho. Me recordaba a mis sobrinos cuando eran pequeños! Bonita foto también :)

Yo no me quito el sombrero porque me los robaste todos una vez! XD

Besos!!!!!!!!

Anónimo dijo...

¡Qué nena tan graciosa!
¡¡y el cuento te quedo genial!!

Me hubiese gustado pasarme antes a leerlo pero tengo rachas de no poder leer nada. Ni me enteré de lo del reto.

Saluditos!

Óscar Sejas dijo...

Uouououo. Yo no sé como lo haces, a mi me resulta imposible escribir cuentos por más que me intente concienciar.

Así que para eso te tenemos a ti. El día que necesite uno te haré un encargo especial jajaja.

Este me ha encantado. Seguro que Jùlia crecerá y seguirá siendo esa princesa.

¡Un abrazo!