23/3/08

Una nueva vida...

Llegó la oscuridad, y con ella una lágrima resbalando por su mejilla. Sabía que aquello podía ocurrir pero, realmente, nunca había querido llegar a creérselo de verdad. Ahora… ¿qué iba a pasar ahora? Mireia estaba asustada y a la expectativa de lo que pudiese ocurrirle, pero también satisfecha y orgullosa de sí misma y de la que había sido su decisión…

El todopoderoso rey azabache, amo y señor de los dominios de la oscuridad había hecho acto de presencia y se había apoderado de todo lo que la rodeaba. Además, lo había hecho en compañía de su fiel seguidor el silencio, a quién nada ni nadie parecía estar dispuesto a hacerle frente.

Mireia empezó a pensar entonces en su situación y en todas y cada una de las cosas que había escuchado acerca de ella, así que empezó a recordar y a pensar en las últimas imágenes que había captado su retina.

Rojo. Más rojo. Y más color rojo. Rojo por todas partes. Eso era lo último que la chica recordaba haber visto, un denso color rojo que impregnaba todo lo que hasta escasos minutos antes había sido de un blanco impoluto.

El recuerdo que su sentido de la vista le ofrecía, además de no gustarle, le incomodaba, así que decidió recurrir al del oído. ¿Qué sería lo último que había escuchado?

Caos, caos y más caos. Un absoluto caos de voces inquietas, preocupadas y alteradas. Un caos de entre el que apenas había podido distinguir unas cuantas palabras a cuál de ellas peor y más desesperanzadora que la anterior.

Y justo cuando ya estaba a punto de darse por vencida en lo que a los últimos sonidos que su oído había captado, escuchó algo más… Al principio no fue capaz de reconocer de qué se trataba, le resultaba casi imposible distinguirlo de entre las voces de la más de media decena de personas que allí había, pero al final, y al tiempo que esas voces iban transformando su tono de desesperanzado a alegre, pudo hacerlo.

Llanto. Un llanto cada vez más potente y que se apoderaba de todo, llegando incluso a tapar aquellas múltiples voces.

¡Aitana! Era ella, no tenía la menor duda. ¡Aitana lo había logrado!

Fue entonces cuando Mireia abrió los ojos. Nada más abrirlos, sus ojos derramaron mil y una lágrimas y, cuando por fin las hubo eliminado con el envés de su mano derecha, se vio a sí misma tendida sobre la camilla, rodeada por ese rojo intenso que lo invadía todo. Miró a un lado y a otro tratando de dar con Aitana, pero allí sólo quedaba una enfermera encargada de limpiar y adecentar su cuerpo sin vida…

-Sé que no es una visión fácil de soportar, pero lo siguiente que vas a ver será mucho mejor, te lo aseguro –le dijo una joven envuelta en un largo vestido y una túnica, ambos de paño azul celeste (ese azul que tanta paz le aportaba a la joven)-.

-Entonces… he muerto, ¿no es cierto?

-Sabías que era algo que podía pasar… Los médicos te hablaron acerca de los riesgos y aún así decidiste quedarte embarazada…

-Lo sé, lo sé. Y lo acepto, es sólo que… no sé, es muy diferente a cómo me lo esperaba…

-Ya –dijo la joven al tiempo que esbozaba una sonrisa cómplice-, es que no has visto la luz blanca al final del túnel, ¿no?

-Pues… sí… ¿No existe tal luz, no es cierto?

-No, no… por supuesto que existe, es sólo que tú todavía no estabas preparada para eso. Además, no ha sido fácil tomar las decisiones que hemos tomado ni dar con un par de alas disponibles y adecuadas para ti…

-¿Decisiones? ¿Alas? No entiendo nada…

-Ahora lo entenderás. Ten paciencia…

La joven de la túnica y el manto, cogió la mano de Mireia y, en apenas un instante, las dos estaban en la sala de incubadoras. Delante de ellas, una pequeña cunita de metacrilato que contenía a una diminuta niña de piel delicada y todavía amoratada.

-Ahí la tienes, imagino que tenías ganas de verla, ¿no?

-Esta… esta es… -dijo Mireia sin poder continuar hablando y comenzando a llorar de nuevo-.

-Sí, esta es… ¿Aitana, no? Así querías tú que se llamase, ¿verdad?

Mireia asintió sin apartar la vista de su pequeña.

-Bueno, ahora tenemos que irnos, todavía queda mucho por hacer –interrumpió al cabo de unos minutos la joven envuelta en tonos azul celeste-.

-Espera, por favor… Dame unos minutos más para que pueda despedirme de ella…

-¿Despedirte? No puedes despedirte…

-¿No? Pero si vas a llevarme contigo, no podré verla más…

-No, no, no… nos iremos un rato porque, como ya te he dicho, todavía queda mucho por hacer, pero después volverás a su lado. Aitana era tu responsabilidad antes y lo seguirá siendo ahora, ¿o es que acaso se te ocurre alguien mejor para ser su ángel de la guarda?






Para leer más historias con el mismo principio, visita: El CuentaCuentos.

10 comentarios:

Popi dijo...

El principio me gusta mucho, la lucha contra la oscuridad y el silencio y el recurso de los sentidos, pero luego, tía, cuando he visto lo del embarazo te prometo que me he dicho:
"Ya está esta María con los embarazos"jajaja
El final lo salva. Me encantan los ángeles de la guarda, aunque parece que, en este mundo que vivimos, están de huelga, o ya han desistido de venir.
Besos guapa!

Pugliesino dijo...

Bella historia, si acaso con mas fuerza el inicio sobre el diálogo central,que parece rebajar la tensión que ya traía la narración,para luego recuperarla en un emotivo y buen final que desvela el misterio.
Un abrazo!

Anónimo dijo...

Qué historia tannnnn bonita!!!! :) En un principio hacía a Mireia en el infierno, por lo de todo rojo y el caos. Pero grata sorpresa la mía que de un párrafo a otro pasó de estar en mi supuesto infierno, a convertirse en el ángel de la guarda de su hija. Has conseguido sacarme una sonrisa mañanera.

Así claro que me alegra haber vuelto! Me gusta tu nueva casita, transmite tranquilidad.

Muchiiisimos besos, y ya nos leemos, que tienen "yo" para rato.

P.D- Tienes alguna cosilla preparada para tu cuento número 100?

Jara dijo...

LLegó la oscuridad acompañada del silencio,
cosidos los labios,
los ojos impregnados en un brillo que era miedo,
y entonces su corazón...
rojo pasión,
ardiendo,
latiendo.
Despacio, muy despacio.

Un ruido,
un llanto
el caos,
su sonrisa,
todo por una sonrisa.

Y la luz...
esa luz que nunca esperas ver y que hoy se presenta delante,
unos ojos que te miran
una mano que te agarra
y ese llanto,
otra vez ese llanto
que te devuelve a la vida.


Las alas se caen.
Abre los ojos.
Abraza a tu hijo.






(para ti)









MMMM... ¿lucas? escondido y creciendo :)






besotes

Anónimo dijo...

Aisss...me ha gustado mucho, mucho el final. Lo del ángel me ha parecido un giro magistral. Aunque reconozco que me he perdido un poco a mitad del relato...

Un besino!!

Anónimo dijo...

ohhh, nuevo espacio!! cuántos van ya??? jeje
Jo, lo que echo de menos escribir en cuentacuentos... a ver si consigo localizarme y vuelvo a las andadas... porque estoy dispersísima...

Un besitooo!

Sara

Pd. Mira que se me da mal usar el blogger este... jajaja

tormenta dijo...

Muy bonito de verdad, bien escrito y la historia -aunque podía haber sido mejor para mi gusto, del que más o menos te haces una idea- es buena. La primera mitad del cuento es realmente hermosa. Te felicito cosa guapa.
Un besito!

PATRICIA P. dijo...

que belleza!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
me encantó tu historia !!! llena de magia! hermoso leerte! gracias y seguiremos encontrándonos
un beso ............ Patri

PATRICIA P. dijo...

que historia tan hermosa y llena de magia!!!!!!!!!!! me encantó leerte.. gracias !!
besos y hasta la proxima historia!!
Patri

Óscar Sejas dijo...

Jo...al final vas a conseguir emocionarme.

Otra historia preciosa, cargada de magia y de ese toque "María" que sólo tú sabes darle.

¡Un abrazo genia!