9/3/08

El extraño mendigo (cc. 95)

-Soy el mendigo que sólo acepta sueños, jovencita, así que hazme el favor de recoger tus monedas.

Tatiana, quien ya se disponía a alejarse del hombre, levantó la vista y lo miró estupefacta. El hecho es que no entendía nada. ¿Se habría equivocado y en realidad él no era un mendicante? Pantalones extremadamente sucios y roídos; camisa que daba muestras de haber sido zurcida en numerosas ocasiones y que apenas dejaba ver el tono beige que otrora la caracterizara; esa mugrienta pajarita que parecía ser de color verde botella y ese par de zapatos de goma a través de los cuales se podían ver unos calcetines tan roídos y sucios como el resto de su indumentaria así como unas uñas que, sin lugar a dudas, no habían sido cortadas en mucho tiempo. Y, además, ese sombrero que colocado boca arriba reposaba a su lado. Sombrero sobre el que había más monedas de las que ella había introducido. No, no había lugar a dudas acerca de la naturaleza del hombre, aunque con respecto a su estado mental… cualquiera sabría…

-¿Es que eres sorda? ¡Te he dicho que te lleves tus monedas!

-Disculpe, pero… -atinó a decir por fin la chica- es que yo creía que usted…

-Sí, sí. Ya sé. Yo creía, yo pensaba y yo daba por supuesto, tres grandes muestras de tu ignorancia y de la de los que son como tú.

-¿Pero por qué no quiere mi dinero? ¿Qué tiene de malo?

-Nada tiene de malo, pero como ya te he dicho yo no acepto monedas, sino sueños. Así que, ¿podrías retirar el tuyo por favor?

-¡Pero si en el sombrero tenía más monedas! ¿Por qué esas sí las quiere y las mías no?

-¿Las monedas de mi sombrero? Las he traído para los mendigos que sí las precisan, claro está.

La cara de sorpresa de Tatiana aumentaba por momentos, así como su nerviosismo, porque ya no sabía cómo hablarle al hombre…

-Pues va a tener que perdonarme pero no puedo llevarme mis monedas, porque ahora mismo no recuerdo cuánto dinero metí en su sombrero.

-Exactamente siete monedas, querida. Una de dos euros; tres de un euro; dos de cincuenta céntimos y una de cinco céntimos. Lo que suma un total de seis euros con cinco céntimos, claro está.

Era cierto que la chica no sabía a ciencia cierta el importe exacto, pero le bastó con escucharlo de boca del que no era un indigente de los de toda la vida para saber que la cantidad era correcta. Escasos minutos antes de su encuentro con él, había entrado en una de sus tiendas favoritas para llevarse a casa un pantalón cuyo precio eran sesenta y cuatro euros con noventa y cinco céntimos que, sumados a la cantidad que el hombre le había dicho, daban un total de setenta euros (importe que ella le había entregado a la dependienta a cambio de los pantalones). Una vez que salió de la tienda, pensó que ya que se había dado un capricho, lo mejor que ahora podía hacer era emplear el dinero que le había sobrado en ofrecérselo a una persona que de verdad lo necesitase. La que iba a ser la buena acción del día de Tatiana, se le había vuelto en su contra y le estaba dando un quebradero de cabeza que para nada se esperaba…

-Este hombre está completamente loco –pensaba la chica al tiempo que recogía sus monedas del interior del sombrero del extraño hombre-. Una vez que las hubo recogido todas y justo cuando se disponía a volver a su casa, él la hizo volver sobre sus pasos:

-¿Es que vas a irte así? ¿Sin más?

-¿Disculpe? Si no quiere mi dinero… ¿qué más quiere que le diga? ¿Qué tenga un buen día?

-Lo sabía. Tú también eres como el resto: una mala persona. Todos estáis dispuestos a deshaceros de una ínfima parte de vuestros bienes materiales pero vuestros sueños… ¡Eso ya es otro cantar!

-¿Y qué es lo que quiere? ¿Qué le cuente mis sueños? ¿Para qué? ¿De qué le iba a servir a usted el saberlos?

-¿Qué de qué me iba a servir? –y tras decir lo cual soltó una escandalosa risotada- Igual te piensas que con seis euros ya me solucionas el resto de mis días… ¿Me has mirado bien? ¿Crees que yo continúo soñando con algo mejor que esto? Hace años que dejé de hacerlo. Unas cuantas monedas me ayudarían a llevarme hoy algo a la boca, es cierto, pero que las personas compartan sus sueños conmigo, eso ya es otra cosa… Algo mucho más importante y que me ayudaría a sobrellevar mi vida durante días, pero claro… nadie está dispuesto a contárselos a un desecho de la sociedad como yo…

Las palabras del vagabundo, además de sonarle a un claro síntoma de locura, hicieron mella en Tatiana, quien se sentó a su lado y comenzó a relatarle algunas de esas cosas con las que soñaba. Algunos de sus deseos a corto y largo plazo salían de sus labios al tiempo que iba observando como la cara del hombre se iluminaba, brillaba e, incluso, se llenaba de esperanza.

-¡Muchísimas gracias jovencita! No te haces una idea de lo que acabas de hacer por mí. Hasta hoy nadie había accedido a compartir algo así conmigo, pero tú eres diferente, no me cabe la menor duda –le dijo el hombre cuando ésta hubo terminado-. Y una vez dicho eso, ambos se separaron siguiendo caminos opuestos…


***

-¡Qué susto me has dado! Sigo sin acostumbrarme a esas ropas tuyas de mendigo, Umiel. ¿Cuándo piensas dejarlo? ¿Es que no te das cuenta de que tu plan no funciona? Hoy en día ya nadie es tan tonto…

-¡Calla mujer, que no tienes ni idea! Hoy, hoy lo dejo, porque por fin lo he conseguido…

-¿Hablas en serio? ¿Cómo lo has conseguido?

-Después te lo contaré, ahora necesito darme una ducha y ponerme algo decente, pero tú no pierdas el tiempo y ve preparando tus cosas. Mañana nos mudamos y la semana que viene nos vamos a un crucero.

-¿Un crucero? ¿Qué es eso? ¿No tendrá nada que ver con cruces y esas cosas, no?

-¡No mujer! No seas bruta, así le llaman los mortales a viajar en barco…



Para leer más historias con el mismo principio, visita: El CuentaCuentos.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

No he entendido el final. ¿Un ángel, un dios, un extraterrestre?
Pero la conversación del principio de Tatiana y el mendigo me ha encantado, éso desde luego.
besote y espero explicación :P

Jara dijo...

Jolin pues yo tampoco lo he pillado y mira que releo... :(

Pero la idea del principio me ha parecido original (hasta donde he entendido) así que ya me contarás para que le encuentre sentido al conjunto.

1 besito guapa.

Anónimo dijo...

Pues sientiendolo de corazón, me siento al lado de Scry a esperar esa explicación. También me ha gustado mucho como lo has contado, incluso detalles como al forma de hablar del mendigo, con sus "claro está". Y estaba yo con la sonrisa en la boca cuando he llegado al final y ya me he perdido, con lo del plan, el crucero...:S

Un beso, y no te olvides de nosotros!

Anónimo dijo...

Pues... a ver, que respondo:

Aunque lo voy a hacer sin aportar nada nuevo a la historia, así que a ver cómo me lo monto.

Umiel no es realmente un mendigo, al menos no uno de esos a los que "estamos acostumbrados", creo que eso sí quedó claro...

Lo que pregunta Scry y a lo que se suman Jara y Aarón, pues... eso ya es cosa vuestra. Yo simplemente "dejé caer las cosas" (por decirlo así) y el final es abierto y totalmente subjetivo (o esa era mi intención), sois vosotros, los que leéis los que podéis pensar lo que se os antoje acerca de la verdadera naturaleza del supuesto mendicante...

Bueno, a priori la idea era esa, pero creo que no he sabido plasmarla como pretendía, tal vez tanto tiempo sin escribir me haya dejado oxidada... :S aunque, por otro lado y en mi defensa, diré que antes de publicarla si hubo quién entendió el asunto y el meollo de la cuestión. Tal vez porque conoce a la perfección lo que le ronda a mi cabecita loca,¡quién sabe! :P

Ah, con respecto a lo del plan y el crucero que pregunta Aarón: el plan de Umiel era "hacer suyos los sueños de una persona de carne y hueso" ¿El porqué? ¡El sabrá y vosotros podréis pensar lo que queráis! ¿El crucero? Un pequeño ejemplo de uno de los sueños, a corto plazo, de Tatiana, claro está (como diría el bueno de Umiel) ;)

Espero hacerlo mejor la próxima vez...

Anónimo dijo...

Muy original el final!!!! Yo casi prefiero que quede abierto, y poder imaginarme yo lo que quiera :-p
Buen trabajo!!
Un beso!

Anónimo dijo...

No te lo vas a creer pero me he descojonao con el final xD
Es que me imaginaba a la mujer pensando en que lo del crucero era en plan crucifixión o algo así! jajaja xD
Me gustó, me gustó! Besiños rula! ;)

Pugliesino dijo...

Un relato que contiene o al menos refleja más cosas que la escena en sí.La sorpresa de ella cuando inesperadamente rompen sus esquemas de aspecto=estado social en muy buen contraste con el compartir sin prejuicio alguno sus sus sueños con él.Como lo humano supera al sistema.Y como un sueño puede darle mucho mas que unas monedas.
Me ha gustado sí.En la mía él,que no cree en los sueños,descubre que no es lo importante el cómo,sino el creer en que pueden cumplirse.
Un abrazote!

Jan Lorenzo dijo...

Yo con el final también me perdí un poco, pero como vengo después de la explicación, yo me quedo con que era un ángel que deseaba tener sueños, y que por eso se "apropió" de uno de los de Tatiana... jijji...

Mucho tiempo sin verte por aquí y con ganas de que volvieses... Y ha valido la pena. Muy bueno niña!!

Besines de todos los sabores y abrazos de todos los colores.

Anónimo dijo...

Claro está, claro está!! jeje

Me muerdo la tongue y ya te contaré ;)

1 beso, 0 2, o 3...

Óscar Sejas dijo...

¡Cielos! ¿qué o quién carajos era el mendigo?

¿Un brujo que vive de sueños?, ¿un ángel? ¿un demonio? ¿un tarado?

Me encantan estas historias en las que nos dejas con la intriga final para que cada uno decida.

Yo sinceramente pienso que el mendigo era una margarita con patas que ahora evolucionará a rosa con espinas.

¡Viva la locura!

Jajaja. ¡Un abrazo!

P.D: Por si no te lo había dicho me ha encantado la historia.