16/3/08

Carta a Fernando (cc. 96)

Me dijiste: “Los árboles son vividores pretéritos en otoño que en primavera camuflan su pasado con hojas verdes y, sin son presumidos, con flores de cualquier color”. Ese fue tu saludo al entrar en el jardín en el que yo, con sumo mimo y cuidado, podaba las ramas de una pequeña camelia que no gozaba de buena salud.

Ensimismada en mi tarea, tus primeras palabras hicieron que me asustara, pero al instante reconocí tu voz y supe que eras tú. De espaldas al portalillo por el que entraste, la única respuesta que para tu saludo se les ocurrieron a mi nerviosismo y mis pocos años fue una descortés despedida. Salí corriendo dejando caer las tijeras que portaba en mi mano derecha y a las que le siguió un guante que desde ese día no volví a ver y, abandoné el jardín para así evitar que tus intensos ojos color miel pudiesen ver el rubor de mis mejillas y la torpeza de mis palabras nublase a las que tú habías pronunciado…

Minutos más tarde, desde el ventanal de mi dormitorio, observé cómo te alejabas y, desde ese día, no volví a verte más. Supe de tu matrimonio y del nacimiento de tus dos hijas, pero si bien no fui capaz de felicitarte ni siquiera mediante una misiva, tampoco creí conveniente mostrarte mis condolencias tras el fallecimiento de tu esposa, a quién no conocí pero que según las gentes de las haciendas vecinas, era una buena mujer.

Esta mañana he vuelto a verte. Han pasado tantos años… pero tus ojos siguen siendo capaces de ruborizar mis mejillas.

Nunca he ido más allá de las fronteras de esta ciudad, pero a pesar de ello me alegra cada nueva visita que hago a la Estación Mundford. Te parecerá extraño, pero me reconforta el hecho de que las demás personas que allí acuden para, como yo, no subirse a ningún tren sino simplemente despedirse de los que sí lo hacen, lloren mientras que yo encuentro el consuelo que a mi vida le falta en esas despedidas…

Tu imagen se me grabado a fuego lento en la retina, del mismo modo que esa última de hace tantos años.

Quise acercarme a ti para hablarte, sin embargo pronto me di cuenta de que no estaría bien visto hacerlo, así que contuve mis ganas hasta la hora de regresar a la hacienda y ser capaz, por fin, de escribirte estas letras:

Fernando, aquella tarde en la que salí corriendo del jardín dejándote con la palabra en la boca y sin darte respuesta ni explicación algunas, lo hice porque no era más que una niña. Una niña a la que, como a las demás, su familia le hacía firmar el pacto de un casamiento que abalaba numerosos intereses económicos, negocios, apellidos de gran importancia… Pero yo no era como las demás niñas, las lágrimas que yo derramaba por las noches no eran como las de las otras, no eran porque mi padre me obligase a casarme con un hombre que superaba mi edad en varios años. Yo estaba enamorada de ti, Fernando, y la única razón a la tristeza de mi corazón era que tú no vieras en mí más que un negocio o que pudieras pensar que era yo la que se aseguraba un futuro pudiente a tu lado.

Esa tarde no supe cómo hablarte y después… después el hecho de que tú no volvieses a visitar nuestra hacienda así como el paso de los días, las semanas y los meses jugaron en mi contra, hasta el punto de que yo supe de tu unión con otra mujer y yo terminé por condenar mi futuro junto a un hombre al que no amaba…

Ramiro, mi marido, no es un mal hombre y, a su manera, me trata con cariño. Jamás me ha faltado nada material pero sí demasiadas otras cosas. No me deja cuidar del jardín porque dice que para eso está el servicio y, además, no tiene sentido que una mujer como yo se arañe las manos con las espinas de los rosales. A mi hijo, que es realmente mi única y más valiosa posesión, lo ha mandado a un internado hace un par de años. Dice que para que se haga un hombre…

Mi vida se basa en deambular por la hacienda como un alma en pena y acicalarme para recibir a las visitas o, en su defecto, para ser yo una deslumbrante e impoluta visita. Los únicos momentos en los que puedo vivir realmente, tienen lugar desde el momento en que, como hoy, le acompaño a la estación para despedirle y él pasa fuera varios días y, en ocasiones contadas, con suerte hasta una semana.

Anoche, me acosté con una sonrisa dibujada en la comisura de mis labios porque sabía que esa felicidad de días contados volvía hoy a visitarme, pero jamás pensé que podría verse elevada a su máxima potencia con el hecho de poder volver a verte de nuevo.

Esta misiva que ahora te escribo, querido Fernando, carece de objeto alguno. La razón radica únicamente en liberar a mi condenada alma de ese peso que, desde hace tantos años, la oprime sin apenas dejarle resuello.

Ahora de ti depende que me envíes respuesta o que, como yo, salgas corriendo del jardín, pero… ya no somos un par de niños, Fernando, y yo ya no temo a las habladurías de la gente; ni a mi padre, que en paz descanse; ni a mi esposo; ni a las Leyes de los hombres; ni a los Mandamientos de la Santa Madre Iglesia;…


Con cariño,
Isabella



Para leer más historias con el mismo principio, visita: El CuentaCuentos.

11 comentarios:

Jara dijo...

Me ha encantado el momento estación creo que visualmente puede ser muy atractivo.

La forma de narrar esta historia es simple, pero creo que guarda cierto poder para plantearte las vidas que por suerte hoy en día ya no suceden, al menos parte de ella, la otra la de salir corriendo (aunque sea por otros motivos) sigue patente.

...


Acabo de escuchar la bso que le has puesto a mi historia y la estoy volviendo a escuchar. En fin... (sigo en busca de una rosa azul)


muchos besotes guapa

Anónimo dijo...

Me ha gustado mucho. He visto a una niña podando en un jardín (para mí iba vestida de blanco).

Un besote!!!

Anónimo dijo...

Me ha gustado mucho. He visto a una niña podando en un jardín (para mí iba vestida de blanco).

Un besote!!!

Popi dijo...

Me quedo con la idea de rechazar el amor que siente por no ser como debe ser: libre, aunque luego acabe con Ramiro, que parece q no le hace muy feliz por los mismos motivos que esgrimió para no acabar con Fer; también con la valentía de escribirle la carta, aunque quizás una visita a casa de Fernando sería más contundente; y típico, supongo. Es un estilo en el que jamás podré adentrarme, pues siempre saldría algún gusano verde o una letra que danzara de palabra en palabra buscando el lugar idóneo para asentarse dentro de la carta.
Un besito!!!!!!!

Anónimo dijo...

Los nervios que le oprimieron en el jardín no salieron corriendo de ella sino que continuaron en su interior.Aquella tensión sería a la larga la que le dio fuerzas.Nos relatas como la vida,los personajes,el tiempo,el tren,parecían no darle tregua para lamentarse,pero al mismo tiempo nos muestras como la fuerza del amor,entre dudas y miedos que van quedando en el camino,la llevan a escribir la carta mas importante de su vida.
Buena la idea con que afrontas la frase y mejor desarrollada.Y muy bien la forma en que llevas el paso del tiempo.
Un abrazote

Mj dijo...

Si este relato lo hubiera escrito Isabel Allende ( me ha recordado muchísimo, será por lo de " hacienda" ;))la semana que viene ya sería película.

De toda la historia, para mí, la frase que tiene más fuerza es la de "esta mañana he vuelto a verte". He leído en ella todos los sentimientos escondidos de tu protagonista. Y me ha dado un vuelco el corazón como a ella :)


Pd: ¿abalaba?¿avalaba? ;)

Pedro dijo...

:O ¡Qué triste! Pero que hermoso al mismo tiempo . Has reflejado muy bien la tristeza de la protagonista y la opresión de una vida que no eligió. sinceramente espero una carta con la respuesta afirmativa de Fernando, ¿verdad que la hay?

Un abrazo,


Pedro.

JuAntonio dijo...

¿Cómo has visto el cielo tú esta vez?
Respondiendo a tu pregunta. Desde que me he topado con tu blog y tu historia veo el cielo con otros ojos.

Posible respuesta de Fernando:
(...)
Además, decirte que no había habido azul en el cielo de mi vida como el de aquel día en el vergel de la hacienda. Ese azul, no.
Ni el manto añil que cubría tu jardín, ni mi saludo preparado minutos antes de cruzar ese portalillo para sorprenderte, ni los ojos que te ruborizaron fueron lo más llamativo de aquel breve encuentro.
El pañuelo que recogía tímidamente tu pelo, tus pequeñas manos sujetando aquella camelia moribunda, tu camisa remangada a conciencia dejando ver el blanco de tu piel, el brillo de tu mirada clavada en la "miel" de mis ojos, el aroma del aire fresco que desprendía aquel mar de flores entremezclado con tu distinguido perfume francés, el susurro de la brisa, las abejas... y el clamor de tu "huida". Es la estampa de tres de mis sentidos. Neutralizados desde entonces. Celoso el tacto. Me ha mantenido cuerdo todo este tiempo. Tu mirada, la armoniosa combinación de olores y tu "sonada" despedida... me han acompañado durante parte de mi vida. Ello me sumergía en momentos de locura transitoria cuando cerraba mis ojos y recreaba aquel minúsculo tiempo juntos en el jardín... el roce con tus labios y el sabor de un inocente beso hubiera destrozado totalmente mis cinco sentidos.

(...)

"yo, árbol vividor pretérito en otoño. Tu recuerdo, hojas verdes y flores que camuflan el pasado en primavera"

JuAntonio dijo...

No tienes que darme las gracias.. yo lo hago encantado.. porq es así como quedé al leerte.
ElCuentaCuentos te da una frase. Tú me diste un cuento. A partir de ahí hago lo que tú. Me dejo llevar por la historia tanto que inevitablemente formo parte de ella; bien o mal, pero es así.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Que bonita historia pero, a la vez tan triste...Cuando realmente dos personas se aman o cuando alguien ama a alguien debe hacérselo saber a la otra persona. No debe callárselo; una de las dos debe decírselo a la otra por mucho miedo o vergüenza que de. Tienes miedo de que la otra persona te rechace y ésa quizás alguna de las razones que te impiden hacerlo porque, no quieres verte dolid@ y rechazad@ pero, yo pienso que uno de los dos debe hacerlo y quizás, sin dejar pasar demasiado tiempo y reteniendo esas ansias, esas ganas intensas de decírselo a la otra persona. No quedarte con la duda de si la otra persona te quiere o no. Porque, a lo mejor a la otra persona le pasa lo mismo que a ti: que le gustes pero, no se atreva a decírtelo. Entonces, ¿Cómo se puede saber si la otra persona te quiere o qué si ninguno de los dos se atreve a dar el paso?

Luego, quizás te arrepientes de no haber dado ese paso y quizás luego te duele más y más te arrepientes porque, ocurre como pasa en esta historia: El hombre se casa con otra mujer y tiene hijos con otra. Y entonces, ya habrás perdido las esperanzas y ya no tendrás más oportunidades. Y te sientes tan mal...y piensas: Que tont@ fui. Y quieres cambiarlo, volver atrás pero, desgraciadamente no se puede volver atrás y lo que pasó, pasó.

Por éso, si la otra persona no se decide por mucha vergüenza y miedo que de tendrás que arriesgarte tú. Puede que lo hagas y la otra persona te acepte y entonces, sea maravilloso pero, si te rechaza, tampoco pasa nada, al menos te quitas la duda de encima y te duele pero, sabes que es así y que tiene que ser así, que no vas a forzar a una persona a que te quiera si ella realmente no te quiere; porque, éso tampoco te haría feliz y a él/ella tampoco. Así, aunque, con tristeza lo aceptas y ya está.

A mí misma me pasó que llevaba con un chico varios años como amiga. A mí me gustaba desde que le conocí pero, él no me decía nada y pasaron varios años hasta que, me decidí escribirle una carta declarándome, diciéndole lo que sentía porque, soy tan cobarde que no me atrevía a decírselo a la cara. Él me rechazó y me dolió, me dolió mucho y durante mucho tiempo y estuvimos peleados y como 8 meses o así sin vernos. Pero, ahora somos muy buenos amigos. Y aunque,no tengo muchas esperanzas, yo en el fondo no pierdo la esperanza. Aunque, sé que no merece la pena en seguir pensando en algo imposible y éso hace daño.


Bueno, me he enrollado mucho.

Un besito. Nos leemos.

Óscar Sejas dijo...

¿Estoy asistiendo a un crecimiento como escritora?, esto de estar fuera tanto tiempo y de no estar al día es una auténtica putada...

Me estoy quedando con la boca abierta según voy leyendo una a una tus historias pasadas.

Con esta no puedo más que dejar mi sombrero, mi capa y mil y un besos.