28/1/08

Pequeñas lentejuelas (cc. 92)

Todas aquellas palabras que en su época fueron escritas por él pasaron rápidamente al olvido. Lo mismo ocurrió con todas y cada una de las que los demás le habían ido brindando a lo largo de los años. Amigos que no habían dejado de serlo desde su niñez, compañeros de trabajo, colegas e incluso sus más devotos fans, ese público que siempre se mostraba expectante ante las genialidades que era capaz de crear, le volvieron la espalda cuando todo aquello sucedió. Ninguno supo entenderlo y, realmente, no era para menos…

Don Celedonio era, además de un escritor de renombre, profesor de Lengua y Literatura en un pequeño pueblo que, según sentenciaba el último censo realizado, no contaba con más de ochocientos cuarenta y cuatro habitantes. Tanto sus novelas como sus numerosos poemarios, hacía décadas que habían traspasado las barreras de ese pequeño pueblo que le vio nacer y llegado a la capital dónde la acogida que recibieron fue realmente importante. Como profesor, era querido y respetado por las diferentes generaciones de las familias que allí vivían, a lo largo de sus treinta y siete años de profesión.

Aún así y a pesar del cariño y el afecto que le profesaban sus vecinos, don Celedonio era considerado como un “tipo raro” y numerosas eran las habladurías que por aquel lugar circulaban acerca de él. Habladurías que no iban más allá de los típicos cotilleos que tienen lugar en un pueblo en el que, por suerte o por desgracia, todo el mundo se conoce. El maestro se había ganado a pulso el reconocimiento que poseía y, por tanto, todos estaban de acuerdo en que era de rigor el permitirle ciertas excentricidades propias de un hombre de su talla.

Poco importaba su fuerte carácter y su forma de vida huraña, apartada del mundo una vez que el horario escolar llegaba a su fin y que únicamente se veía interrumpida cuando le era indispensablemente necesario el acercarse al centro del pueblo a comprar algo, cuando era un hombre tan sabio e inteligente, con una creatividad capaz de dejar ensimismados a todos aquellos que leían cualquiera de sus textos.
Sin embargo, todo cambió aquel fatídico a la par que soleado y caluroso 23 de Mayo.

***

El periodo escolar estaba a punto de tocar a su fin cuando, tras sonar el timbre, los alumnos de la pequeña escuela de que disponía el pueblo la abandonaban arremolinados y a empujones. Aitana, una preciosa niña pelirroja de cabello ensortijado y ojos azules, sucumbió ante aquella avalancha de niños y niñas ávidos por sofocar las altas temperaturas, que habían decidido instalarse en el ambiente, en las aguas de río que establecía los límites entre su pueblo y el colindante, cayendo de rodillas a pocos metros de la entrada de la escuela.

A causa de la caída, además de tener ambas rodillas decoradas con pequeños raspelones de los que parecía que de un momento a otro iba a comenzar a emanar sangre, se le había roto un pequeño bote de cristal en el que portaba algo así como una especie de lentejuelas de colores con forma de estrella.
Se apresuró en recogerlas todas y devolverlas al frasco del que procedían para, acto seguido, acercarse a la fuente que había en el patio de la escuela. Sacó del bolsillo derecho de su mandilón un níveo pañuelo únicamente decorado con un diminuto bordado en el que se podía ver la inicial de su nombre, en tono rosa pastel, junto a una más diminuta todavía estrella de color amarillo. Lo colocó bajo el chorro de la fuente hasta que se hubo humedecido lo suficiente, escurrió con ambas manos el agua sobrante y, pudiendo andar a duras penas –las rodillas le dolían bastante-, fue a sentarse sobre un no muy alto muro que cercaba el patio para, con su pañuelo, limpiarse de polvo y piedrecillas sus heridas.

***

Las clases habían terminado hacía escasos diez minutos y, tras recoger sus enseres e introducirlos en su viejo maletín, don Celedonio se disponía a salir del centro. No había dado más de cuatro pasos tras cruzar el umbral de la puerta principal del colegio cuando el reflejo de los rayos del sol, contra algo que había en el suelo, impactó en sus desde hacía años anticuados anteojos. Se agachó para comprobar de qué se trataba y, para su sorpresa, ninguna joya extraviada estaba siendo la causante de que ese día fuese a tardar más de lo habitual en llegar a casa. Cogió una pequeña estrellita del suelo y, llevándosela consigo, emprendió de nuevo su camino.

Mientras caminaba, elevó su mano derecha a la altura de su cara y abriéndola, volvió a mirar la estrella. No era más que algo insignificante pero que, fastidiosamente, le había traído recuerdos de su pasado, de un pasado que él mismo se había encargado de enterrar para siempre en lo más profundo de su cerebro. Quería arrojarla al suelo pero había una extraña fuerza interior que parecía querer impedírselo. Enfadado consigo mismo por la presencia de pequeñas gotas de agua salada que avanzaban por sus mejillas, no levantó la vista ni dirigió una sola palabra a la niña pelirroja que sentada sobre el muro, parecía gimotear.

Aquella no era ninguna de sus alumnas, era demasiado pequeña como para serlo, pero dado que en un futuro no muy lejano lo sería, el maestro no estaba dispuesto a demostrarle debilidad alguna. Nadie le había visto llorar jamás y ahora, aunque no estuviese llorando –él jamás lo hacía. Al menos no delante de la gente.-, podría parecerlo y eso bastaba para irse de allí sin prestarle la menor atención a aquella niña.

Siguió caminando ensimismado en los recuerdos que aquel minúsculo pedazo de plástico con forma estelar le había traído cuando, de pronto, reparó en que jamás había tenido ninguna alumna pelirroja, es más, desde que tenía uso de razón tan sólo recordaba haber visto a una niña con el pelo de ese color en el pueblo: la pequeña Adela.

Y tras pensar en Adela instintivamente se giró para mirar a la niña del muro. Había dejado de importarle que le viese en el afectado estado en el que se encontraba…

***

-¡Don Celedonio, don Celedonio! ¡Ábrame por favor! –decía Anselmo, el cartero del pueblo, al tiempo que aporreaba la puerta del maestro-.

-¿Crees que las once de la noche es una buena hora para traerme la correspondencia, Anselmo? A ver… ¿qué es tan importante?, ¿qué premio literario me ha sido concedido ahora?

-No, don Celedonio, no se trata de nada de eso. Necesitamos de su ayuda…

-¿De mi ayuda para qué? –espetó el hombre notablemente contrariado-.

-Ha desaparecido una niña del pueblo –le dijo al tiempo que le mostraba una fotografía que ni se molestó en mirar- y todos estamos llevando a cabo batidas para encontrarla.

-Muy bien, pues espero que tengáis suerte –respondió al tiempo que volvía a cerrar la puerta de su casa-.

-¿Es que no piensa ayudarnos?

-¿Yo? ¿Para qué?

-Pues porque cuantos más seamos, mejor. Antes daremos con ella…

-¿Sabes? En eso no pienso como tú. Cuántos más niños haya en la escuela, peor. Cada vez son más y odio verme enlatado en aulas por las que no me puedo mover a causa de tanto pupitre… Una menos para el curso que viene. De todo hay que saber ver el lado positivo querido Anselmo…

-No puedo creer lo que estoy escuchando, es usted un monstruo sin corazón –dijo el cartero al tiempo que salía a toda prisa de la propiedad del maestro-.

***

-¿Lo ves? Sabía que lo mejor para ti era que te atase, fíjate en las heridas que tienes en las rodillas, ¿qué podrías haberte hecho si te dejo suelta? Ahora voy a quitarte el pañuelo de la boca, Adela, pero recuerda que no puedes chillar…

-No me llamo Adela, mi nombre es…

-¡Calla! No sigas mintiendo pequeña, sé que tu madre te habrá ordenado que lo hagas pero ya no es necesario, ahora vuelves a estar conmigo y yo te cuidaré.

-Don Celedonio, yo… -dijo Aitana mientras lloraba- no me llamo así, de verdad que no…

-¡Jajaja! ¿Es que no vas a llamarme papá? Han pasado casi veintiocho años desde que tu madre me abandonó llevándosete también a ti de mi lado, pero si habéis vuelto será porque seguro que ya me ha perdonado. Dime… ¿dónde está la testaruda de tu madre?

-Mamá está en casa, con papá, supongo. O tal vez me estén buscando…

-¡Mírate! –le dijo don Celedonio a la que creía su hija al tiempo que le enseñaba una vieja fotografía-. Aquí estás conmigo y con tu madre, yo estoy más viejo pero para ti el tiempo se ha detenido. Cronos ha tenido a bien devolverme a mi hija tal y como la perdí, con sus encantadores once años…

-Yo cumpliré los diez el mes próximo…

-¡Qué dejes ya de mentir Adela! Y dime dónde está tu madre, ¿vendrá a reunirse con nosotros mañana? Seguro que sí. He de preparar muchas cosas para hacerle un recibimiento como se merece, yo también la he perdonado ya, ¿sabes? –le dijo al tiempo que volvía a amordazar a la pequeña-.



Para leer más historias con el mismo principio, visita: El CuentaCuentos.

17 comentarios:

Óscar Sejas dijo...

Me has pedido que sea crítico y lo pienso ser...

...pero es que no puedo porque me ha encantado lo que has escrito, y semana tras semana me gusta. Eres una maestra de la intriga.

Hay que ver lo que puede hacer una ruptura...aún habiendo pasado 28 años, las heridas del alma no se pueden curar nunca y a veces acaban por volver loca la mente.

Creo que has sabido encerrar perfectamente el mensaje dentro de esa pequeña botella llamada "Aprendiendo a ver el cielo más azul"

Aunque me has dejado la intriga del qué pasará. Lo veremos en próximos episodios amigos.

Un abrazo

Livtrase dijo...

¡vaya un giro de historia! No me esperaba un final asi, y eso que venias "advirtiendonos" desde el principio.

Hay que ver como se puede reabrir la caja de Pandora en cualquier momento, y cuanto dolor puede traer tanto recuerdo para su dueño... sobretodo en historias mal cicatrizadas. Hasta el punto de hacerle perder la razón.

Me ha encantado niña, como siempre, no se por qué no me paso por aquí más a menudo... (y es que estoy hecha una vaga, lo siento).

Un besote grande!!!

Jara dijo...

Joe tía. Yo que vengo a estas horas, que no soy capaz de dormir, que empiezo leyendo una historia en la que creo que el tipejo este no puede ser tan raro, incluso me caía bien.. y de repente se te antoja darle la vuelta a la tortilla y me tiene secuestrada a la pobre muchacha y encima no le gusta que existan tantos niños en sus clases. ¿se puede saber cómo dejas que alguien así de clases en tus cuentos? No deberías!!! JODER.

¿has visto lo que has conseguido? pues ale, que me piro. Y que sólo espero que con ese bote de estrellitas también puedan pedirse deseos y la criatura salga salva y sana..

Habrase visto tal cosa...


Te dejo una pestaña hoy.
besinos

Gelo dijo...

Encántame cando escribes así!!! ;)

Bueno, de certo é que sempre quedo medio parvo co que escribes pero.... cando o fas deste xeito aínda máis. Ese xiro a media historia e o do final: son boísimos!!

Noraboa xenia!! :P

Beijinhos rula!

Pugliesino dijo...

Un monstrúo le llamaron,y eso sin percatarse de la razón por la que no fue con ellos.Lo hubieran linchado.Pero no es una historia vista desde la cámara de una película,sino desde las profundidades de la vida.Lo inesperado,recuerdos,momentos que en algún punto permanecen,dormidos,pero permanentes y que en cualquier momento despiertan apoderándose de la mente.
La has conducido muy bien y el aporte de la riqueza del vocabulario.Me ha gustado mucho.
Un abrazote

Donato dijo...

Me encantó. Un tanto largo pero valió la pena leerlo hasta el final.

Anónimo dijo...

Un apunte (que viendo el comentario de Carlos veo que no queda claro):

Cuando Anselmo, el cartero, le enseña la foto, él ni siquiera la mira. No es consciente de que ha secuestrado a Aitana, él cree que la niña es Adela, la hija que su mujer se llevó de su lado hace muchos años.

Ale, ya está. Dicho queda! :P

Pedro dijo...

Cada día tus cuentos tienen más peso, son más elaborados. ME ha gustado la historia, el giro es bueno y por completo inesperado. Además encaja bien (con un "click" y todo) pero claro es al final cuando ya me has dejado con cara de embobado.

Un abrazo,

Pedro.

Pd: Así que queriendo escribir épica con Oski...

Anónimo dijo...

Me gusta la historia, pero (perdóname por el pero) no estaba preparado para el giro del argumento

Sureña dijo...

No me digas que esto se va a acabar aquí!! supongo que vendrá una continuación no?? :))

Muy buena historia, muy bien pensada y muy bien narrada María. Enhorabuena.

Besos!

VaNe dijo...

Me la leí ayer, pero tuvimos tanto lío que no me dio tiempo a decirte nada.... T.T

Queremos continuación!
Queremos continuación!
Queremos continuación!
Queremos continuación!
Queremos continuación!
Queremos continuación!
Queremos continuación!
Queremos continuación!
Queremos continuación!
Queremos continuación!
Queremos continuación!
Queremos continuación!

xD

Y tú te preguntarás.............. ¿quienes? Mis amigüitos y yo..... :P jajajaja

Un besiño rula!




En serio, me parece una historia cojonuda!

Anónimo dijo...

¡oh! ¡Me quedé muy sorprendida! Diste un giro muy bueno a la historia... y me sorprendió que no tuviese tánta maldad como le imaginaba en un principio.

Me pregunto qué desenlace sería el que tú diéses a esta historia si la hubieses seguido un poco más.

Popi dijo...

No me gustan los giros tan bruscos, pero no se te dan mal y, además, sólo es una apreciación personal sobre la historia. En cuanto a la manera de escribirlo, las frases y esas cosas que tiene la literatura, molt bé noia, cada dia m'agrada més com escrius. :P
P.D.- Veo dos libros recientemente leídos o que estás en ello:
El del pijama no lo he leído pero, según me han contado otros q lo han hecho, dicen que tiene un rollo a mí o, perdón, yo al suyo, por las paranoias que monta o nosequé extrañas cosas.
En cuanto al de Millás... el día que yo escriba parecido a él me atreveré a publicar algo. Aún así El mundo no es de mis favoritos, que conste en acta; me quedo con El orden alfabético.
Si no es ninguno de estos dime cual es,porfa, que esas tonterías me gusta saberlas. :)

Popi dijo...

Se me olvidó... lo de catalanizar lo conseguí chafardeando por blogger, por las opciones que te da y esas cosas raras. No me acuerdo en qué lugar pude hacerlo, pero tú busca idioma o algo así creo que era, que aquí tienen claro que una lengua no es sólo lo que se usa para poner a parir a los territorios con una propia y que pretenden que no desaparezca.:P

tormenta dijo...

muy chulo ^^, la locura del profesor está muy bien llevada, y el giro argumental me ha gustado bastante.
Es una de esas historias que piden más :)
un besito guapa.

Anónimo dijo...

Yo tb quiero saber mas sobre don Celedonio (anda que nombre mas feo no habia eh) jajajaja y Aitana/Adela.

1 beso, o 2, o 3...

Javi

Jan Lorenzo dijo...

Joeeee niña!! Pues sí que tenía algún tipo de problema ese hombre...

La verdad es que a veces disfrazamos la realidad como mejor nos conviene. Ya lo dice el refrán, "Que no hay peor ciego, que aquel que no quiere ver".

Y perdón por venir tan tarde a comentar... Que casi ni publico mi historia tampoco...

Besines de todos los sabores y abrazos de todos los colores.