4/12/08

Mejor que vivir...

A pesar de contar con la buena posición económica que le proporcionaba un trabajo sencillo y altamente remunerado y vivir rodeado de su familia y un buen grupo de amigos, Ramón se sentía vacío. Sabía que había algo que, aún sin saber qué era, faltaba en su vida y que hasta que diera con ello no podría ser feliz. Ramón buscaba sin saber qué, pero con la certeza de que lo reconocería en cuanto lo viese.

Hasta que el alcohol entró a formar parte de su día a día, su vida se basaba en la monotonía y la rutina. Tras el falso sentimiento de bienestar que le produjo la primera borrachera, entre las siguientes Ramón intercalaba la monotonía de su trabajo, la rutina de comidas, cenas y reuniones con familia y amigos y el tiempo preciso para que los que lo conocían de siempre no descubriesen que se veía (a escondidas) con su nuevo amigo el alcohol.

Una noche (y tras haber asistido a una cena de empresa en la que sólo bebió agua), escogió un nuevo bar en el que encontrarse con su recién estrenado compañero nocturno. Después de haberse pasado tres horas vaciando el contenido de un sinfín de vasos de tubo, Ramón volvía a casa cuando se encontró con una joven sorprendentemente amable y cariñosa que parecía estar dispuesta a pasar la noche con él...

La jaqueca que Ramón tenía a la mañana siguiente era la peor de cuantas había sufrido (que no habían sido pocas...) y la resaca que parecía no tener ganas de desaparecer, le impedía recordar con claridad lo sucedido unas horas antes.

Ocho horas después y tras haber cumplido con su jornada laboral, regresaba a casa cuando se cruzó con una chica alta, rubia y delgada que lo saludaba guiñándole un ojo. Y de no haber sido porque verla le bastó “para recordar”, habría pensando que el guiño iba dirigido a otro.

Subió a casa a toda prisa y se apresuró en acercarse al balcón para verla. Parecía ser una joven muy vital y amable que ofrecía su mejor sonrisa a todo aquel que la saludaba. Continuó mirándola hasta que dobló la esquina de la calle y la perdió de vista. Y lo mismo al día siguiente, y al otro, y al otro...

Ahora Ramón vivía para verla y, a su vez, anotar en una pequeña libreta todas las innumerables sensaciones que aquella joven (cuyo nombre no sabía o no recordaba) le producía. Sensaciones que nunca antes había experimentado.

A la pequeña libreta le siguieron tres más, hasta que una noche decidió revisar todo cuanto llevaba escrito y comenzó a “pasarlo a limpio” utilizando para ello una arcaica máquina de escribir y el papel de la mejor calidad del que disponían en la librería de su calle.

Ramón leía y releía todo aquello una vez tras otra hasta que cayó en la cuenta de que todos aquellos papeles se habían convertido en un poemario, a su juicio, bastante bueno. Entonces, pensó en acercase a la joven desconocida y ofrecérselo como obsequio. Pero... ¿y si lo rechazaba? ¿y si se burlaba de él y de sus sentimientos? Era un riesgo que Ramón estaba dispuesto a correr...

Salió a la calle y esperó durante varios minutos a que ella llegara. Estaba nervioso y le sudaban las manos, pero en el preciso momento en que la joven pasaba por su lado y le regalaba un nuevo guiño, Ramón aunó toda la valentía de la que disponía y la invitó a salir esa misma noche. La joven le respondió que esa noche tenía un compromiso pero que le encantaría salir con él a la noche siguiente.

El recién estrenado poeta volvió a casa sintiéndose más feliz que en toda su vida. Se esmeró en adecentar su mejor traje y envolver en papel celofán el poemario, pero continuaba estando nervioso... Trató de dormir pero fue inútil, así que como no era capaz de conciliar el sueño, salió a dar un paseo.

Empezó a escuchar gritos e insultos que provenían del portal de un edificio cercano al suyo, se acercó para ver qué sucedía y vio a la joven desconocida salir a toda prisa. “No sabe que soy yo” -pensó- “ha salido tan rápido que no le ha dado tiempo a verme”.

-¿Es qué no te da vergüenza? Si tu pobre madre se entera la matas del disgusto...

-¿Qué ha pasado don Anselmo? -le dijo Ramón al panadero del barrio, que era quien gritaba y daba manotazos a su sobrino-.

-¿Qué ha pasado? El desvergonzado de mi sobrino, que no tiene nada mejor que hacer que magrearse con una fulana.

-¿Una fulana...?

-Sí, Ramón sí... una de esas prostitutas que deambulan desde hace un par de meses por el barrio. ¿No la has visto salir? Corría como alma que lleva el diablo, la muy descarada...

Ramón se marchó sin dar respuesta alguna a las palabras del panadero. Una vez en su casa, se disponía a romper el poemario en mil pedazos cuando, de pronto, lo pensó mejor y cambió de idea.

Salió al balcón y se sentó a esperarla durante horas. Cuando la vio aparecer, con un silbido llamó su atención y con un gesto frío la hizo subir.

Nada más entrar por la puerta, le dio un golpe en la cabeza con una espantosa figura de mármol (regalo de su madre cuando se independizó) y la joven perdió el conocimiento. La ató, amordazó y sentó en un sillón.

Ramón se sentía ahora más vacío que nunca, mucho peor que antes de haber intimado tanto con ella como con el alcohol.

Sentía que aquel montón de poemas que tenía entre sus manos era lo mejor que había hecho en la vida, pero ahora que había descubierto que su musa no era más que una prostituta que le había vendido su cuerpo a cambio de un determinado número de billetes que la resaca de aquella noche no le había dejado recordar, todo había acabado...

Esperó, sentado en una silla y con los poemas entre sus manos, a que la joven se despertase y una vez que recobró el conocimiento le dijo: “Mejor que vivir es inmortalizar estas palabras con nuestra muerte”.

Un grito desesperado
en medio de la noche,
que se pierde,
que nadie escucha.
Una llamada de socorro
en la puerta de un sordo solitario.
Como el eco de ese árbol que cae
cuando no hay nadie cerca,
como una vela que se apaga
porque se acaba su mecha,
cayó al suelo una lámpara,
las cortinas se llenaron de sangre.
Muere la que nunca pretendió ser musa
a manos del que una vez fue poeta...

8 comentarios:

Noa dijo...

Tremendo relato María!! Me ha encantado!!!!!!
ME ha enganchado sede la primera palabras hasta la última...Lo he visto todo como en una buena película. No dejes nunca de escribir!!!
Un beso muy grande!

Noa dijo...

Tremendo relato María! Me ha encantado!!!!
Me ha enganchado desde la primera hasta la última frase...
Lo he visto todo en imágenes, como si fuera una película.
No dejes de escribir nunca!!!
Un beso muy grande.

Camaleona dijo...

María, me encanta lo que escribes. He disfrutado.

Unknown dijo...

Hija... es que los que no somos poetas, encontramos unas musas muy poco redomendables, jejeje...

Ahora, frivolidades a un lado... me encanta todo lo que escribes. Bueno... eso tú ya lo sabes.

Biquiños.

Miguel González Aranda dijo...

Muy bueno, me ha gustado mucho. Esta claro que el alcohol en abuso, no es fiel compañero nocturno.

Un saludo

Unknown dijo...

hola!!! soy nuevo en tu blog. A primera vista me mola. He leído sólo el primer relato.
No me ha gustado mucho, y quiero decirte por qué. Espero que no te enfades, porque, en primer lugar, sólo es mi opinión y en segundo lugar te lo digo porque creo que escribies bien.

Tu relato es un relato serio. Esto está bien pero he notado que la relación del prota con el alcohol es un poco estereotipada y esto le resta seriedad a la historia. Por otra parte no sé si querías que fuera una sorpresa que la musa es una prostituta o no. El caso es que se sabe desde la primera línea, es un poco previsible. ¿No hubiera estado mejor una gran sorpresa final?
Hecho en falta detalles de la vida de los personajes, fíjate que digo detalles, sólo con un gesto, una actitud, dicen mucho. Porque las personas no son sólo prostitutas o alcoholicos. Hasta el asesino más despiadado puede tocar el violín como los ángeles. Tu relato es corto y es difícil hacer esto, pero le da riqueza y profundidad a la historia.

Eso era. je je.

Recuerda, te digo esto en plan guay, naturalmente puedes estar en desacuerdo con todo, lo cual daría lugar a un interesante diálogo.

Enga, un abrazo.

Al dijo...

Mejor que vivir...







































... RESISTIR!



;^D

Óscar Sejas dijo...

En cierto momento el personaje de Ramón me llegó a caer bien y a dar pena a su vez. Pensé: "Una abeja más del enjambre victima de una sociedad demasiado opresiva". ¿Quién no se daría al alcohol en ese caso?

Después se enamora de una musa y parece importarle demasiado que esta sea prostituta...ahí me empieza a caer realmente mal y lo considero un auténtico psicópata.

¿Acaso las mujeres tienen dueño? El auténtico poeta sabe bien que no.

Pero bueno, cuando he leído el final he dado un respingo en la silla, buena señal para demostrar que me ha enganchado.

Final tremendo y demoledor para un relato 5 estrellas.

Venga va...otro submarino de oro para ti...