17/12/08

Autumn

Corría el 23 de Septiembre de 1.976 cuando Marcos vino al mundo. Era un día oscuro y frio, en el que tanto el verde de la hierba como el gris del asfalto eran cubiertos por los diferentes tonos de marrón de la majestuosa alfombra a la que daban forma las miles de las hojas que, por temor al frio, se veían obligadas a abandonar las ramas que hasta el momento les habían servido de hogar y sustento.
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Eso era algo que entristecía a los demás niños del barrio, quienes veían como morían las hojas sin poder hacer nada para evitarlo. Sin embargo, a Marcos le encantaba y, desde que al cumplir los tres años lo hiciese por primera vez, siempre pensó que el mejor de sus regalos de cumpleaños era que el señor Gómez, el vecino de al lado, le dejase zambullirs en la montaña de hojas que había tardado horas en juntar.
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Tal vez fuese el destino o quizás tan sólo una mera casualidad, pero la realidad era que todos los momentos, tanto buenos como malos, dignos de recordar para él, habían tenido lugar durante el otoño.
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En Octubre de 1.983 sus padres decidieron comprarle ese perro que siempre quiso tener. Años después, aunque también durante el mismo mes, conocería al que tiempo después se convertiría en su primer amor. Era Noviembre, cuando aprendió a andar en bicicleta sin ruedas de apoyo; cuando su tío Alfonso le regaló el vespino que éste había conducido cuando joven y también cuando su abuela le compró su primer coche. A principios de Diciembre había muerto Golfo, ese perro al que tanto quiso. También por esas mismas fechas, sufrió su primer desengaño amoroso para, un par de años después, y a últimos de Septiembre, volver a enamorarse y hacerlo del que fue y sería por siempre el amor de su vida…
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El paso de los años hicieron de Marcos un joven muy inteligente. Ordenado, metódico, independiente, muy sensible y terriblemente pesimista. Amante del cine clásico y de la literatura, entre sus títulos preferidos destacaban películas como Casablanca y Desayuno con diamantes y obras de Schopenhauer y Jorge Manrique. Se declaraba ateo y apolítico. Tampoco confiaba demasiado en la ciencia y prefería buscar la explicación a las cosas del mundo que le rodeaba en antiguas culturas, pueblos y leyendas, aunque éstas últimas tampoco le ofreciesen demasiada credibilidad.
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La noche del 20 de Diciembre de 1.997 y sin razón aparente, decidió marcharse. No tenía problemas de ningún tipo; su familia, amigos y pareja, le adoraban; su trabajo le encantaba y la estabilidad económica que le proporcionaba el sueldo que recibía le había llevado a dar la entrada del que iba a ser su piso; unos días antes había recibido la llamada de una de las editoriales más prestigiosas del país, que estaba más que interesada en publicar esa novela que tantas noches en vela había pasado para poder escribir… Aún así, se fue. Lo hizo sin más y sin pensar en el dolor de todas y cada una de las personas a las que quería y que también le querían a él.
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Ahora, diez años después de su marcha, volvía a ser 23 de Septiembre una vez más y Marcos pensaba, más si cabe, en sus seres queridos y con tristeza era consciente de que en la última década no habría habido ningún niño que se fuese a zambullir en la montaña de hojas del señor Gómez, ni tan siquiera un joven que la fuese a derrumbar a base de manotazos y patadas como él había hecho las últimas veces…
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Pensó, por primera vez, en volver y ni siquiera tuvo que pedirlo, ya que los demás no entendían como no había querido hacerlo antes dada la cantidad de cosas y personas que había dejado atrás.
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Y lo hizo. Sin pensárselo dos veces volvió a su antiguo barrio. El viaje no fue fácil y para poder realizarlo habría precisado de una preparación de la que no pudo disponer dado que quiso emprender el viaje el mismo día en que decidió que lo haría.
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A pesar de ello, pronto se vio en la que tiempo atrás había sido su calle y sus pies, que todavía recordaban el camino, le llevaron hasta la casa de su vecino. No podía creer lo que sus ojos estaban viendo, el señor Gómez no había recogido las hojas de la decena de árboles que decoraban su patio, sino que todas se encontraban desperdigadas por el suelo. Pensó en que le bastaría con entrar a decírselo, pero cuando entró y llamó al anciano, nadie le respondió. Fue hasta el salón y allí estaba su mujer, vestida de negro de los pies a la cabeza y llorando abrazada a una fotografía de su marido que siempre había decorado la mesita del centro. Marcos se dispuso a acercarse a ella para tratar de calmarla y preguntarle lo que había pasado, pero el periódico que reposaba ahora sobre la mesita se lo impidió. Estaba abierto y en la página de la derecha rezaba cuatro veces el mismo nombre propio: Andrés Gómez Varela, de quien se decía que había fallecido en el día de ayer tras recibir los Santos Sacramentos. No fue capaz de decir nada, simplemente salió de allí con los ojos llenos de lágrimas todo lo deprisa que pudo.
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Se sentó durante unos minutos, para intentar calmarse un poco, en uno de los escalones que conducían al porche de la casa y, cuando se disponía a ir a la que había sido su casa, pensó en apilar él mismo las hojas, pero en seguida se lo quitó de la cabeza.
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Entró en la casa y, de nuevo, se dirigió al salón. Una sonrisa pobló sus labios cuando vio a sus padres en él y al darse cuenta de que, en su ausencia, el tiempo les había castigado únicamente con unas cuantas arrugas más. Eso era lo que el chico pensaba pero la realidad, de la que no tardó mucho en darse cuenta, era bien distinta. Su madre, trataba de vencerle la batalla al temblor que dominaba sus manos y le impedía proseguir con la labor de calceta que estaba realizando. Su padre, trataba en vano de agudizar su vista para llenar las casillas vacías de ese crucigrama para el que antes le habrían bastado veinte minutos para completar.
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La estampa que sus ojos estaban contemplando hizo sentir a Marcos que le faltaba el aire, que se ahogaba, así que volvió a salir a la calle para nuevamente sentarse en las escaleras.
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No pudo evitar el llanto y con los codos apoyados sobre sus rodillas y las manos sobre el rostro, permaneció durante horas. De pronto, una conversación en la que participaba una voz que se le antojaba muy familiar le hizo salir del estado de shock en el que se encontraba.
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-¡Venga papá! ¿A qué no me pillas? –decía una niña de unos cuatro años de edad-.
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-¡Sólo te estoy dando ventaja canija, ya verás cuando te coja! -respondía esa voz tan familiar para Marcos, al tiempo que comenzaba a correr detrás de la niña-.
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-Eso, eso… corred y dejadme sola. Como sabéis que yo no puedo… ¡Anda que ya os vale! –les increpaba a ambos una chica muy guapa, morena y de pelo rizado que se encontraba en avanzado estado de gestación-.
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El chico al que pertenecía la voz, daba captura a la niña y la cogía en brazos al tiempo que volvía sobre sus pasos y le decía:
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-Venga cariño, volvamos a por mamá que no puede correr con el pequeño Marcos dentro de la tripita…
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Marcos, quien escuchaba y observaba atónito como éstos se alejaban, comenzó a atar cabos y a comprender. Carlos, el que una vez fuera su gran amor, no sólo había vuelto a rehacer su vida, sino que lo había hecho con una mujer y además era padre…
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Y, por fin, se dio cuenta del error que tantos años le había costado reconocer que había cometido.Con veintiún años de edad, el joven se encontraba en su mejor momento en todos los sentidos posibles y, simplemente por ello, decidió caminar hasta el paseo marítimo de su pueblo y arrojarse al mar para terminar así con su vida.
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El que una vez había nacido durante un Equinoccio de Otoño, decidió dejar de vivir instantes antes de que comenzase un Solsticio de Invierno, dado que una vez alcanzada la plenitud de su vida, lo que restaba era que ésta declinase hacia la vejez, comenzando así el otoño de su vida, que era el único que Marcos no quería vivir.

15 comentarios:

Anónimo dijo...

Para tí, petardo, por pesado y cansino... :P

Lauriña dijo...

".... lo que restaba era que ésta declinase hacia la vejez, comenzando así el otoño de su vida, que era el único que Marcos no quería vivir". Es súper-pesimista esta última frase, pero me parece magistral y de broche de platino (platino, eh) ;)

p.d. (te guardo el quesetro, jijiji)


Besitos artista!!!!

Anónimo dijo...

AJAJAJJAJAJAJAJAJA!!!!

GRACIAS CANSINA. MUCHAS GRACIAS

Blaudemar dijo...

Se me antoja que Marcos era demasiado introvertido, demasiado pensativo... y no dio ninguna oportunidad a que aparecieran más amores importantes en su vida.
Al menos Carlos siguió adelante.

R. dijo...

:) Eres increíble.Nada más que decir.

Unknown dijo...

Muy triste historia, trágico final...

Pero una de esas historias que hacen reflexionar, pensar en lo que la vida nos da, y darnos cuenta de que el tiempo es inexorable, que no perdona, y que no podemos permitirnos el lujo de desperdiciarlo...

María... muchos besos.

Pugliesino dijo...

Como recordé mientras iba leyendo el relato aquel montón de hojas,de sueños,ese escalón desde el que se veía al tiempo,al otoño caer de los árboles.
Y llega el invierno! mi estación favorita :p y con inmensas ganas de vivirlo :)
Un abrazo muy fuerte!!

Óscar Sejas dijo...

¿Y por qué se tira al mar? Perdió toda esperanza...

Yo espero no terminar así, porque siempre quedan cosas buenas, el pasado se va enterrando poco a poco debajo de un montón de hojas y siempre podrems volver a zambullirnos en él dejándolo hecho un cristo...

Pero aquí está la magia del escritor y del lector, poder cambiar el final a nuestro gusto y antojo. Yo he creado otro final para esta historia, naturalmente no lo he escrito pero algún día si te portas bien te lo contaré.

;-) ánimo y a seguir luchando.

Anónimo dijo...

Que triste...

Irse sin más nunca está bien.

Yo ahora me voy, pero no abandono nada.

=)

Camaleona dijo...

Tenemos toda la eternidad para estar muertos, y sólo este ratito para disfrutar de la vida... así que ¡a vivir que son dos días! luego ya descansaremos...

Anónimo dijo...

vaya, me enganché desde la segunda linea.
muchos giros en la historia para ser tan corta. es bonito saber escribir asi =)
un beso maria!

maria dijo...

El cielo se antojo otoñal, marrón y encapotado.
Marcos no vio lo que se ve sentada desde el ala de un avión.
"cada vez que veo el cielo encapotado pienso que no me importa, porque siempre, detrás de esas nubes, brilla el sol"

Anónimo dijo...

bravo. El último mes del año, la navidad... apuesto que la mayoría de suicidios se producen en unas fechas que se suponen felices. Feliz navidad, dicen ellos.

un saludo!

Unknown dijo...

otoño!:)

Edgar León dijo...

Me ha encantado, aunque no me sorprende que lo haya hecho. De todas formas, tras leerlo me he quedado melancólico pensando si Marcos fue maltratado por la vida o simplemente era un cobarde. Una vez me dijeron que la vida es maravillosa, y quienes la complicamos somos nosotros, y cada vez estoy más convencido de que es así. El problema de todo esto es creer que el tiempo no pasa y que todo va a estar en su sitio, pero todo evoluciona y cambia, y lo bueno de esa transformación es darse cuenta justo de eso, que nada sigue igual, que no hay mal que cien años dure y que para conocer la felicidad hay que conocer primero la tristeza. Demasiado cobarde para tirarse al mar... esta vez ha decidido mal momento para ver el vaso medio vacío xD