1/8/08

Lo que la lluvia no pudo evitar (cc. 108)

En el patio caen las pinzas de la ropa de algún Dios menor que, confortablemente instalado y poseedor de aquello sin lo que algunos ya no son capaces de sobrevivir, se apodera de las tristes vidas de buena parte de los cuerpos sin alma de la barriada.

En el suelo, junto a un sinfín de vidrios rotos, jeringuillas, condones (y lo que en su momento les servía de envoltorio) y pequeñas papelinas, Mauro reposa exhausto. En su rostro se dibuja una sonrisa burlona que bien podría ser la última y que desentona en relación a todo lo que hay a su alrededor. En contraposición a esa mueca de felicidad perdida, las gotas de lluvia terminan por diluir el mermado porcentaje de sangre que, a borbotones, fluye por su antebrazo izquierdo para caer sobre un charco de vómito y orines.

En el bar de la esquina parpadean, bajo la atenta mirada de Claudio, las luces de una fortuna esquiva. Cerezas, cerezas y limón serán la combinación perdedora de la última moneda que le queda. Apesadumbrado, vuelve hacia la barra para dar buena cuenta del par de tragos que todavía le restan a la enésima jarra de cerveza del día. Al ir a sentarse sobre uno de los taburetes, da un traspié y cae de bruces al suelo. Sufre, entonces, la humillación de las risotadas de sus falsos amigos de borrachera y la frustración de haberse derramado por encima la última dosis de alcohol que podrá permitirse en mucho tiempo.

Dos calles más abajo, los piropos obscenos y las miradas concupiscibles de un grupo de obreros que van con retraso en su cometido, a Ángela le resbalan del mismo modo que el sinfín de gotas de lluvia que caen sobre su dolorida piel y los girones que quedan de lo que unas horas antes había sido su ropa. El agua que la empapa parece haberse erigido como un improvisado compinche encargado de eliminar todo rastro de la vergüenza y el dolor que hace posible que esa tarde vuelva a casa con un billete del mismo color que la sangre que brota de su labio inferior y que desciende hacia sus tobillos desde el interior de sus muslos.

En el tercero izquierda de un bloque sin ascensor, la enfermedad que Carmela lleva arrastrando durante los últimos cuatro años; un marido con cirrosis e incapaz de despegarse de la botella; un hijo drogadicto y una hija prostituta como única capaz de dar de comer a la familia, han podido más que ella. En esa justa medida de pequeñas dosis, los fármacos recetados por su médico de cabecera no han logrado hacer que se sobreponga a todo lo que la rodea, sin embargo… las doce grajeas que contienen cada una de las tres láminas de su caja de pastillas, han hecho posible que deje se sentir y padecer de una vez por todas.

Lo que la lluvia no pudo evitar



Para leer más historias con el mismo principio, visita: El CuentaCuentos.

12 comentarios:

Sara dijo...

¡¡Qué rápida!! Bueno, bueno, veo que te ha llegado toda la inspiración de golpe! Te ha quedado un relato que más que un relato es un cuadro, con sus pequeñas escenas representadas... Casi se puede ver.
Muy crudo, muy duro y, seguramente, muy real(aunque no queramos creerlo).

Jara dijo...

Mauro.
Jeringuillas, papelinas...
muerte buscada en el suelo encontrado a través de una camino de sangre. Una sonrisa le llama.

Claudio.
Alcohol,humillación, deudas...
la luz se apaga a su paso
¿dónde irá?

Ángela.
Dolor en su piel, su mirada oculta, sin querer escuhar..
AcabaN de matarla lentamente.
Empapada. Perdida.

Carmela.
Rodeada de alcohol, droga y prostitució. La receta perfecta para buscar la muerte, aunque ella no haya querido tocarla.


Todos queriendo buscar una salida y sin saberlo todos tendrán el mismo fin.




No hay Dios que pueda evitar este cierre de telón.


1 besote.

Anónimo dijo...

Uf, me he quedado sin aliento.
Muy bien escrito, María.
Mucho realismo del feo, del diario. Muy bien expresado.
Un beso

Pugliesino dijo...

No,no puede la lluvia evitar la humillación,el desprecio,la cruel burla que la ignorancia,el odio y la mezquindad ejercen sobre la desgracia.
Tampoco es función de la lluvia,tal vez puede que la muerte sea la solución,y por qué no el exterminio? Limpiemos el mundo de indeseables! Parecen vociferar desde el otro lado del guetto :(
Muy buen relato!! Distintas formas de ver realidades desde un mismo cristal,el de la cruda realidad.
La lluvia no puede evitarlo,es cosa nuestra.
Un abrazo!

Esther dijo...

Me gustó mucho tu escrito pero ¡qué horrible realidad! Una realidad llena de dolor que a nadie creo que le gustaría experimentar.

Saluditos.

Rebeca Gonzalo dijo...

Espeluznante el dolor de esa madre, por una vida que nadie desea y contra la que poco o nada se puede hacer. Me encantan las descripciones de la situación de cada uno de los personajes. La foto acorde con el texto. ¡Fabuloso!

Pedro dijo...

¡Ala! ¡Así sin piedad!
Descarnado pero muy bien hecho, sin concesiones. Me ha gustado, veo que andas experimentando, esto se aleja mucho de la mayor parte de tus cuentos. Pero es bueno, de eso no tengo dudas.


Un abrazo,


Pedro.

DaRk_AnGeL dijo...

Wow... me ha gustado, está super bien contada y, sobre todo, llevada la historia, de uno en uno, que piensas que simplemente son personas que están en el mismo barrio en un mismo determinado momento.
Muy dura la historia de cada uno... por desgracia algo demasiado comúin aunque no lo creamos, ya sea juntos o por separado.
Un besazo!

VaNe dijo...

Menudo dramón!! T_T

Pero una duda me corroe: ¿sólo muere Carmela? porque yo creo que mueren todos así como.... casi a la vez, ¿puede ser? :S

Me has puesto los pelacos como escarpias nena! XD


Un kesiño!!! :*********

Anónimo dijo...

¡Premio para la capulla de turno! jaja

Sí, aunque no lo digo de manera explícita, la idea inicial era que todos morían casi en el mismo instante en que la madre/esposa se suicida. Tal vez tendría que haberlo explicado más, pero tampoco quería rizar más el rizo, hacer el relato más largo y profuncidar en la cruda realidad de la familia protagonista...

Pero muy bien visto señorita. Un gallifante para tí! :P

Anónimo dijo...

Si hay algo que me gusta, es encontrarme con historias en las que las promesas de un futuro mejor, son lo que prima.

Veo que has cambiado la temática en estos tiempos en los que ando ausente.

Descarnada mirada de una realidad a la que, parecería nos vamos acostumbrando. Sabés, a mi lo que más me molesta, es eso: esa especie de resignación a la que los que gobiernan parece que quieren acostumbrarnos.

Bien María, por esta pintura.

Un beso desde este sur.

PD 1: Los broches, son pinzas.
PD 2: Bueno, ya me contarás de qué lugar de Argentina es mi paisana.

Otro beso

Anónimo dijo...

Joder, no me esperaba una historia así para nada. Me ha gustado cómo lo enlazas al final, cada pequeña unidad, un modo distinto de sufrir - o no - y no por menos más doloroso que el anterior.
Aunque haya sido duro, me ha gustado.
¡Un besote!